Snowden, un análisis post mórtem

Carlos Larreátegui
Quito, Ecuador

El triste y desafortunado manejo diplomático del caso Snowden ilustra los perversos efectos que derivan de una política exterior sustentada en la ideología, conducida con improvisación y claramente divorciada del interés nacional. Al final, las decisiones y acciones que la Cancillería adoptó en este caso terminaron perjudicando la imagen del Presidente, de su Gobierno y, ciertamente, del país en general.

El ofrecimiento de asilo para Snowden, insinuado entre líneas por el canciller Patiño, fue una movida precipitada y poco prudente que tuvo como objetivo fastidiar a los Estados Unidos en nombre de la lucha antiimperialista. Las declaraciones del funcionario desataron una tempestad mediática en todo el planeta. Durante varios días el Ecuador y su Gobierno fueron desnudados y atacados ferozmente por las evidentes contradicciones que afloraron en el caso Snowden, particularmente en el tema de la libertad de expresión y la flamante Ley de Comunicación.

Como en el sonado caso de diario El Universo, la presión internacional hizo trastabillar al Régimen. Lo que prometía ser un anuncio contundente del Canciller desde Hanoi, se convirtió en una declaración confusa que dejó entrever el mar de dudas en que se había sumergido el Gobierno por el asilo demandado. Entretanto, llovieron las felicitaciones de Castro, Maduro, Ortega y otros presidentes de la troupe antiestadounidense. Al final, el Gobierno dio marcha atrás y culpó del monumental enredo a un Cónsul que habría actuado por cuenta propia y que hasta hoy permanece en su puesto sin castigo.

El balance del tema Snowden no podría ser más negativo para el Ecuador. Primero -y aunque esto signifique poco para muchos militantes de Alianza País-, nuestra imagen quedó muy deteriorada en los EE.UU., no solo a nivel de Gobierno y Congreso, sino, fundamentalmente, a nivel de la opinión pública de esa nación. Segundo, y para colmo, el gobierno falló a Snowden, Assange y al conjunto de países que aplaudieron el aparente desafío lanzado por el Ecuador al país norteamericano. Tercero, repudiamos el Atpdea a cambio de nada. Cuarto, el Presidente y el Gobierno fueron atacados por la prensa internacional y círculos políticos de todos los sinos con el consecuente deterioro de su imagen internacional.

¿Qué obtuvo nuestro país con todo esto? ¿Quién responde por este costoso e inútil entuerto?

Existen fundados temores de que la política exterior ecuatoriana siga condicionada a dogmas ideológicos. La reciente creación del Ministerio de Comercio Exterior permite a la Cancillería consagrarse por entero a su lucha ideológica y política y liberarse de temas que no son del agrado del Canciller. Ojalá que el caso Snowden y su estela de errores y daños obliguen al Gobierno a repensar su política exterior bajo paradigmas que privilegien el interés nacional.

* Carlos Larareátegui es Rector de la Universidad de las Américas. Ha sido legislador y ministro de Estado. Su texto ha sido publicado originalmente en el diario El Comercio.

Más relacionadas