El Papa en Brasil. ¿Una difícil visita?

Joaquín Hernández
Guayaquil, Ecuador

No resultaban demasiado optimistas los comentarios sobre la conveniencia de la visita del Papa Francisco a Brasil el pasado fin de semana. Los motivos eran varios pero podrían reducirse esencialmente a dos. Por una parte, la situación política que vive Brasil desde hace más de un mes y que no parece amainar. Por otra, la complejidad que significa el anuncio el evangelio en el siglo XXI, anuncio que por las exigencias que se hacen, va más allá de requerimientos cosméticos. Lo que antes no resultaba especialmente problemático, por lo menos en América Latina, el diálogo con amplios grupos de creyentes tradicionalmente católicos, hoy es complejo. Muchos de esos antiguos fieles o sus hijos emigran a otras confesiones cristianas o simplemente desconectan su relación con la iglesia católica formal porque no se sienten acogidos por la misma. El caso de Brasil, » la mayor potencia católica del mundo”, es un ejemplo, como lo recordaba el censo publicado por la revista Veja precisamente este fin de semana, y que periódicos europeos como Corriere della Sera reproducían: hace medio siglo el 90% de los brasileños era católico; hoy bordean el 57%.

Ello sin contar a los miles, -¿millones?, – que cumplen con la mayor parte de los sacramentos y se declaran probablemente a nivel de encuestas creyentes, pero cuya vida poco tiene que ver con los valores del evangelio aplicables al aquí y al ahora. Una especie de «fin de la historia”, donde, en el único menú cultural en apariencia disponible hoy en día, conviven sin mayores problemas declaraciones de principios y prácticas que los niegan o por lo menos no los toman en cuenta.

Curiosamente, tanto la crisis que vive Brasil como las migraciones que experimenta la iglesia católica, por lo menos en América Latina, están relacionadas con la presencia y el descontento de lo que suele llamarse las clases medias. Unas clases medias que se comunican por redes sociales y exigen mejores nivel de vida. ¿Si no, cómo entender la protesta publicitada por » Anonymous Rio» para convocar sus manifestaciones el mismo día de la llegada del Papa y el próximo jueves en Copacabana: «Será un grito más contra la corrupción y por servicios públicos dignos”?

Para el Gobierno brasileño las preocupaciones son por supuesto múltiples: desde los peligros personales que puede correr el Papa, hasta la incómoda situación de aparecer en vitrina mundial como un país en crisis, desestabilizado, todo ello amplificado por la presencia y atención de la prensa extranjera y los miles de seguidores internacionales que visitan Brasil con propósito de escuchar al Papa. Peor todavía si hay enfrentamientos, represión, saqueos, muertos y heridos. O que el Papa termine dando respaldo a la gente que reclama precisamente menos corrupción y mejor nivel de vida.

Lo que no toman en cuenta sin embargo estos comentarios pesimistas es qué va a aportar el Papa en su visita que debió haber sido analizada cuidadosamente. En una época de difícil sintonía y de exceso de ruido, la voz del papa puede ser un referente distinto.

* El texto de Joaquín Hernández ha sido publicado originalmente en el diario HOY.

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