La autopista del bilateralismo

Hernán Pérez Loose
Guayaquil, Ecuador

Estados Unidos ha lanzado dos iniciativas extremadamente ambiciosas en el escenario del comercio mundial: una alianza de comercio e inversiones con China, y otra que celebraría con la Unión Europea. Las negociaciones para esta última ya han arrancado, y a pesar de la complejidad de la agenda los líderes de ambas partes hablan de firmar el acuerdo el próximo año. Las dimensiones de estos pactos comerciales en términos de flujos de mercaderías, servicios e inversiones son gigantescas. Por ejemplo, en el caso del acuerdo con la Unión Europea, llamado “Transatlantic Trade and Investment Partnership” (TTIP) el resultado será una zona comercial de unos 34 trillones de dólares, es decir, aproximadamente el 40 por ciento de la producción mundial bruta.

Las dos iniciativas comerciales mencionadas son las más recientes manifestaciones del fenómeno de un nuevo bilateralismo que, con ciertos matices aquí y allá, se ha ido convirtiendo en la flamante autopista del comercio internacional en su fase globalizadora. Naciones, ya sea de forma individual o formando minibloques, negocian con otras o con bloques acuerdos bilaterales entre sí, los mismos que terminan configurando zonas comerciales más amplias; todo lo cual no impide a sus socios adoptar iniciativas individuales con terceros países directamente. Así, en el caso de la TTIP, dicho acuerdo no impide a sus partes –a Estados Unidos y la Unión Europea– a mantener o buscar otros tratados bilaterales de libre comercio y de inversión con terceras naciones.

El resultado es un enjambre de tratados de libre comercio y de protección de inversiones que conceden un trato preferencial a sus partes, los mismos que se vienen tejiendo hace una década, y que funcionan al margen del sistema multilateral de comercio institucionalizado bajo la OMC. El fenómeno de estos acuerdos bilaterales preferenciales se presenta como una suerte de anomalía en el paradigma tradicional del comercio internacional, donde ellos han sido generalmente considerados como una amenaza al tan deseado objetivo de la liberalización multilateral del comercio.

Un análisis más detenido del impacto de este bilateralismo sobre la liberalización multilateral ha puesto, sin embargo, en duda esa visión negativa. El florecimiento de esta tendencia al bilateralismo lejos de constituir un obstáculo a la liberalización multilateral produce en realidad un ímpetu a favor de ella. Las investigaciones de economistas como K. Saggi y H. Yildiz han contribuido a entender esta nueva realidad de la economía mundial. A ello se suma el lamentable fracaso de las negociaciones globales de Doha, que debía profundizar los avances obtenidos a partir de la ronda Uruguay.

La reciente Alianza del Pacífico entre México, Colombia, Perú y Chile –una zona que está llamada a convertirse en la octava economía (y séptima exportadora) del mundo– es otro buen ejemplo de estos cambios. Dicho pacto no impide que cada miembro tenga por su lado acuerdos bilaterales, como los tienen con Estados Unidos y la Unión Europea; algo que está mal visto en el Mercosur donde Brasil parece mantener a sus miembros prácticamente encerrados.

* El texto de Hernán Pérez ha sido publicado originalmente en El Universo.

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