Los referentes de un país

Marlon Puertas
Guayaquil, Ecuador

La pena que nos ha dado a todos por la muerte del Chucho Benítez resultó el detonante para montar el escenario propio de una tragedia nacional que nos hacía falta. Los tramoyistas se fueron sumando sin fin: desde las principales autoridades de la república, las cabezas del fútbol, los medios de comunicación, el pueblo conmovido. Aquí no caben diferencias, palabras que choquen.  Si algo nos une en estos momentos es el dolor por Christian.

En un país como el nuestro, que el fútbol y sus protagonistas sean los únicos referentes que desatan este tipo de manifestaciones, debería ponernos a pensar. A mí me desconciertan un poco. No entiendo el nivel de la conmoción al que ha llegado una triste noticia, más todavía porque en vida, el Chucho debió ser uno de los ecuatorianos más insultados. Todavía recuerdo el partido frente a Colombia, cuando la general sur del Atahualpa coreaba -coreábamos- su nombre, pero para mandarlo a volar. Y eso que hizo el gol del triunfo.

Eso somos. Un país que se deja llevar por sus emociones, que condena y glorifica, que eleva y entierra, que alaba y destroza a un mismo personaje en cuestión de segundos. Que no nos gusta pensar demasiado, que nos abruma la realidad. Que no estamos acostumbrados a darle valor a gente con muchos méritos, porque se dedican a asuntos que no nos interesan o porque les tenemos envidia. Que nos gusta la competencia, pero que somos muy poco competitivos, de manera que encargamos nuestros triunfos a unos muchachos humildes y sacrificados, para que los consigan por nosotros. Nos fijamos solo en los resultados, sin importarnos los procesos que tuvieron que darse para llegar a ellos. Por eso los héroes que tenemos son escasos. Nos parece que quienes llegan a la cima han conseguido una hazaña, cuando en realidad alcanzan la cúspide, esperando que los sigamos.

El fútbol fue, es y seguirá siendo una de las pocas puertas abiertas para que los pobres y las razas siempre despreciadas, alcancen notoriedad y reconocimiento en sus vidas. El negro, que a nadie interesa como se llama cuando crece en el subdesarrollo, allá en Esmeraldas, en El Chota, luego se cansa de firmar su nombre en camisetas, gracias a una pelota. A veces -sobre todo cuando mete goles- se gana el respeto. Y cuando se sabe que vale millones, consigue la admiración.

Aún asi, el Chucho no fue lo máximo en el fútbol del Ecuador. Pero si este deporte engloba todos los sentimientos positivos que puede generar un país, solo revela las carencias profundas que padece a diario su gente. Son vacíos de modelos a quienes seguir, porque limitamos nuestras preferencias, ignoramos lo que no nos gusta.

Una nación necesita leyendas y en eso Ecuador lleva algunas meriendas atrasadas. Por eso devora hambriento al primer gladiador deportivo que muere cuando su lucha no había terminado. Lo eleva a la categoría de mito, quiere eternizarlo con estatuas, con nombres de calles, de canchas. Sin reparar demasiado si lo hace por él o por satisfacer una necesidad propia, de una sociedad sin referentes, de un país al que le faltan hijos por quienes valga la pena llorar.

* El artículo de Marlon Puertas ha sido publicado originalmente en HOY.

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