La represión sigue tan campante en la “democrática” Venezuela

Diario ABC Color
Asunción, Paraguay

La diputada venezolana María Corina Machado ha dirigido a ABC Color una carta en la que solicita la solidaridad activa de los demócratas del mundo contra la persecución política que sufren sus compatriotas opositores, en general, y ella, en particular. Los paraguayos sabemos lo que significa vivir bajo un régimen que difama, oprime, inventa pruebas y manipula el Poder Judicial.  Es notable cuánto se parecen en sus procedimientos los regímenes totalitarios de izquierda y de derecha. Y es lógico que así sea, pues comparten el odio a la libertad.

Aparte de agredir físicamente a sus adversarios y encarcelarlos, se parecen también en el vocabulario con que los difaman: si la dictadura es de izquierda, los demócratas son “fascistas”; si es de derecha, son “comunistas”, pero siempre son “traidores a la patria”. Nada nos sorprende, pues, que la Asamblea Nacional dominada por el chavismo haya creado una “Comisión Mixta encargada de profundizar las Investigaciones en torno a la Antidemocrática, Apátrida y Fascista confesión hecha por la diputada María Corina Machado”, tras la publicación de la grabación ilegal de una conversación privada de más de dos horas, “arreglada” a seis minutos, sacada de contexto y difundida por el Gobierno chavo-marxista bolivariano.

El nombre de la comisión referida ya es toda una condena. Implica una sentencia condenatoria y refleja la misma sumisión del Poder Legislativo que conocimos aquí bajo la dictadura de Stroessner. Primero se la declara culpable y luego se investiga una supuesta “confesión” suya, que no es tal: la confesión es la declaración que alguien hace de lo que sabe o, más específicamente, la que el litigante o el reo presta ante un juez en un juicio. Y bien, la investigación se vincula con unas manifestaciones –falseadas– hechas ante un historiador, en el domicilio de este. La inexistente confesión es calificada con varios adjetivos. Uno de ellos es el gastadísimo de “fascista”, empleado por la extrema izquierda para tratar de liquidar políticamente a quienes no comparten sus dogmas ni sus prejuicios. Y sin embargo, pese a estar en el nombre de esta comisión chavista, entre el chavismo y el fascismo es fácil hallar similitudes, tales como el culto al líder infalible, la eliminación de hecho de la división de Poderes, la partidización de las Fuerzas Armadas, la censura contra los medios de prensa y el empleo de grupos de choque para perseguir a los opositores. La estética de las manifestaciones chavistas se parece mucho a la de las manifestaciones fascistas; la diferencia más apreciable es que, en un caso, el color de las camisas es rojo, y en el otro, negro. Con todo, esperamos que de las patadas y los puñetazos sufridos por la diputada Machado no se pase a su eliminación física, como ocurrió en el caso del diputado italiano Giacomo Matteotti en 1924. Conviene que la opinión pública internacional esté atenta para que no lleguen a tal extremo los esbirros de quien ha visto a su mentor Hugo Chávez convertido post mórtem en un pajarito. Recordamos, por cierto, que los diputados Justo Pastor Benítez (h) y Fernando Levi Ruffinelli, entre otros, eran golpeados en la Cámara por sus colegas stronistas. O sea que los “argumentos” esgrimidos en la Asamblea Nacional de Venezuela no nos sorprenden.

También nos resulta bastante conocido el latiguillo de “apátrida”, que el stronismo solía asociar con el comunismo; para el Gobierno de Stroessner, los opositores paraguayos estaban al servicio del Estado soviético, del mismo modo en que, en la actualidad, para el chavismo, los demócratas venezolanos están al servicio del “imperialismo yanqui”. La embustera identificación entre la patria y el mandamás es propia de los sistemas totalitarios. Quien está contra el Duce, el Führer, el Caudillo, el Padrecito Stalin o el Único Líder tiene que ser necesariamente un traidor a la patria. ¿Cómo, si no, se opondría al gobernante que encarna a los grandes manes del país? Entre Simón Bolívar y Hugo Chávez habría habido la misma simbiosis que entre Bernardino Caballero, que murió en 1912, y Alfredo Stroessner, que nació ese mismo año. Lo incomprensible es que, siendo el chavismo la quintaesencia de lo venezolano, su difunto líder acostumbrara viajar a Cuba para recibir instrucciones de los hermanos Castro, prefiriera ser atendido allí por médicos cubanos y confiara su servicio secreto a agentes de esa nacionalidad.

Nos solidarizamos con la diputada Machado y con todos los venezolanos perseguidos por creer en la libertad. Confiamos en que más temprano que tarde salgan de esa pesadilla, que tiene visos francamente delirantes, y tengan un Gobierno legítimo, respetuoso del Estado de Derecho y de la independencia de los poderes. Lo que ocurre en Venezuela nos concierne a todos los demócratas.

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