¡Yasuní, perdónanos!

Gustavo Domínguez
Quito, Ecuador

La lánguida reacción a la más innovadora propuesta en la historia de la conservación de nuestra planeta, ha sido profundamente decepcionante para quienes teníamos sembrada una semilla de esperanza en la descabellada, pero hermosa empresa de mantener virgen, con ayuda del mundo desarrollado, a uno de los más biodiversos territorios de nuestro sufrido planeta.

Obviamente, la propuesta incluía engorrosos temas económicos, y a estas alturas, nos queda muy claro que la humanidad, con ciertas salvedades,  no está dispuesta a suministrar su dinero, sin tomar nada tangible o de beneficio propio a cambio.

Y es que las lágrimas de mi pequeño hijo, de apenas 9 años, al enterarse de la posibilidad de que se violentarían las entrañas más inocentes de su patria, lo quebró, lo redujo a un niño vencido.  Coincidió la triste noticia con nuestra primera visita en familia a la hermosa provincia de Napo, a las inmediaciones de Puerto Ahuano y luego de caminar por varias horas, con la ayuda y dirección de un sabio  y orgulloso guía kichwa,  quien nos sumergió en una despampanante y paradisiaca selva primaria, engalanada con exótica y abundante vegetación, rodeada de serpenteantes e intranquilos ríos; que sellaron a la hermosa experiencia con un matiz de realismo mágico. Una experiencia que amamos y disfrutamos en familia, y que seguramente nos unirá en un hermoso recuerdo para siempre. Para la eternidad.

Como explicarle al niño que habíamos fracasado vendiendo la idea al mundo, y que ahora necesitábamos del maldito petróleo para colectar el dinero que demanda una piedra adicional en la construcción de la interminable escalera que exige el desarrollo de nuestro pueblo. Como convencerle que el uno por mil, no significa mil veces un pedazo de paraíso…si ni yo mismo logro convencerme que así será, y que la maldición de los derrames y de los errores que solemos cometer los seres humanos, no mancharán esa ilusión matemática, que en el fondo de nuestros corazones no logra convencernos a muchos.

Debió haber sido muy duro tomar la decisión para el Presidente, seguramente un trago tan amargo como firmar la rendición ante un ejército que ha invadido la patria. Hay que recordar al momento de juzgar, la pasión y el orgullo con que él también ha defendido la prístina y noble idea.  Pero, lamentablemente,  eso es lo que deben hacer los líderes, tomar decisiones, perder un dedo para salvar la mano. Así es como nos dicen debemos entender el fondo de esta realidad.

Lo que no es aceptable, es la politización del tema, convertir al Yasuní en un argumento que genere inestabilidad, controversia irrazonable, provecho para grupos que se oponen a todo; cuando no son ellos quienes deben tomar las decisiones.

El Yasuní es de nuestros hijos, de nuestros nietos, y de las siguientes generaciones. No le pertenece a grupos politizados, ni a hombres sedientos por pescar a rio revuelto. El Yasuní es de los animales, de las plantas, de los seres vivos que la habitan, de nuestros jóvenes, de los que todavía no han llegado, pero cuando lleguen nos pedirán cuentas, así como ya lo hace mi hijo de apenas 9 años.

No existen argumentos económicos razonables para defender su virginidad eterna. Solo existe el mismo principio que nos llevó a proponer al mundo su apoyo. Un principio basado en amor, conciencia, respeto… pero como dijo el Presidente, esta también parecería ser una propuesta que se adelante a los tiempos.

En nombre de mis hijos, de mis nietos, y sus futuras generaciones, solo me queda por decir, Yasuní, ¡perdónanos!

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