Yasuní ITT: ¿Quién le falló a quién?

Héctor Yépez Martínez
Guayaquil, Ecuador

Explotar el Yasuní ITT ha sido, tal vez, la medida más impopular que hasta ahora ha tomado el Presidente Correa en sus casi 7 años en el poder. La adoptó a buen tiempo: al primer año de este mandato, bien lejos de la próxima elección nacional. Ya ha corrido mucha tinta sobre el tema, especialmente en la cuestión económica y ambiental, y mucha gente ha salido a la calle para manifestar su descontento. Lo que a mí más me sorprende es el doble discurso, que pretende ocultar la verdad ante los millones de ecuatorianos —y no ecuatorianos— que están en contra de la explotación.

Veamos algunas de estas falacias.

1. ¿El mundo es una gran hipocresía? Es verdad. Y siempre lo ha sido. Pero dos errores no hacen un acierto. El hecho de que quienes hoy exigen respeto al medio ambiente antes hayan contaminado —y sigan contaminando— masivamente el planeta, no justifica la respuesta del gobierno: como el resto contamina, yo también lo hago. Entonces se cae en una hipocresía aún mayor. La postura del gobierno equivaldría a decir que, si hay tráfico de personas en países donde la Constitución garantiza el derecho a la libertad, entonces está bien que en Ecuador legalicemos la esclavitud.

2. Pero resulta que la hipocresía no es tan grande como dicen. Hay países que ya aportan al Parque Nacional Yasuní, aunque no a la iniciativa Yasuní ITT. Alemania, por ejemplo, ha aportado casi 46 millones de dólares al Parque. No sé si los amigos de Venezuela, Irán o Cuba hayan hecho lo mismo. Lo triste es que, luego de la reciente decisión del gobierno ecuatoriano,Alemania revisará su millonario aporte. ¿Quién terminó perjudicando al Yasuní?

3. Los derechos de la naturaleza, que antes eran motivo de pavoneo nacional, ahora han pasado a ser meros “supuestos”. Antes el mismo Presidente decía que esos derechos eran no supuestos, sino derechos de veras, casi súper-derechos, y se ufanaba de que Ecuador era el único país del mundo en consagrar de derechos del medio ambiente, independientemente de los derechos de los humanos. Todo eso quedó en el baúl de los recuerdos, bajo el rótulo de ecologismo infantil.

4. El Presidente dice que el discurso todo / nada sobre el Yasuní es un falso dilema. Que lo que tenemos que sopesar es conservar el 99% del Yasuní mientras se obtienen recursos para combatir la pobreza. Lo mismo que dijo Bombita —el ex dictador Rodríguez Lara— en la década del 70. Cuarenta años después, Ecuador sigue siendo pobre. En realidad, el falso dilema es entre petróleo y desarrollo. El petróleo no es la cura mágica contra la pobreza. Utilizar recursos públicos para inversión social es bueno, pero no necesariamente supera la pobreza. Así lo demuestran países como Nigeria, Venezuela, Angola, Irán o Libia, que tienen gobiernos petroleros muy ricos, pero ciudadanos comunes muy pobres.

5. El dilema, según el gobierno, está entre explotar el Yasuní ITT y obtener 18 mil millones de dólares. Ese cálculo trae, al menos, dos inconvenientes. El primero es que esa cifra es irreal, al calcularse sobre el valor actual del petróleo durante los próximos 25 o 30 años, cuando eso difícilmente se puede predecir. Peor aún si se tiene en cuenta que Estados Unidos camina a pasos gigantes hacia la independencia energética y que persiste la desaceleración económica de China, con lo cual es probable que el precio del petróleo caiga significativamente por baja de demanda, al menos en las próximas décadas. Con ello, las cuentas fiscales de los países dependientes del petróleo, como Ecuador, entrarán en serios problemas. El segundo es que esos 18 mil millones de dólares, repartidos entre 25 a 30 años, significan entre 600 y 720 millones al año, lo que equivale a tan solo alrededor del 2% del presupuesto actual. Si seguimos la tendencia de aumentar el presupuesto cada año, como es ahora habitual, ese porcentaje en el tiempo será aún menor. La pregunta, entonces, es: ¿no hay otra forma de financiar un 2% o menos del presupuesto del Estado por otras vías? Una podría ser, por ejemplo, reducir el gasto en burocracia, que hoy bordea los 10 mil millones de dólares al año, es decir, alrededor de 15 veces más que la ganancia anual que generará la explotación del ITT.

6. A lo anterior, la respuesta del oficialismo parece ser un simple “no importa”. Es decir, no hace falta buscar otras vías, porque explotar el Yasuní ITT, después de todo, no era tan grave como pensábamos. Solo es el uno por ciento. Perdón, el uno por mil. No se va a afectar el ecosistema. Más claro, no va a pasar nada. Y aquí está la falacia más descomunal de todas: si explotar el ITT era tan, pero tan insignificante como ahora lo quieren pintar, ¿entonces para qué diablos hemos perdido casi siete años de lobby, hoteles, publicidad, campañas y viáticos para doña Ivonne Baki? ¿Qué sentido tenía toda la iniciativa Yasuní ITT si no estaba protegiendo nada que valga la pena?

7. El dilema más grave que oculta el discurso oficial es la afectación a las comunidades indígenas en aislamiento voluntario que viven en el Yasuní, donde ya habido matanzas entre grupos ancestrales, vinculadas a la actividad petrolera. En ese caso, la explotación constituye delito de etnocidio y está prohibida por el artículo 57 de la Constitución. Esta realidad, al ser un tema de derechos humanos, no puede ser cambiada ni siquiera por una consulta popular.

8. Todas las contradicciones desmienten la queja correísta de que el mundo ha fallado. Es este gobierno el que le ha fallado a los ecuatorianos y al resto del mundo. Los principios no son negociables: si explotar el ITT está mal, entonces eso no depende de la caridad extranjera. La falta de defensa frontal de esos principios le restó credibilidad al proyecto desde el principio. Si nosotros no creíamos del todo en la iniciativa, si siempre hablamos de un plan B, si ya se explota hoy los bloques 14, 16, 17 y 31 del Yasuní, si el petróleo del ITT estaba calculado desde hace meses —¿o años?— para la Refinería del Pacífico, si hace años el mismo Presidente boicoteó un fideicomiso constituido a cargo de Fander Falconí —hombre de su confianza que terminó renunciando— y si a todo eso le sumamos una política errática ante el mundo, caracterizada por incumplir compromisos internacionales, por denunciar tratados que molestan al régimen de turno y por la ausencia absoluta de mecanismos judiciales independientes para resolver diferencias, ¿sinceramente cómo podíamos esperar que el mundo nos regalara 3.600 millones de dólares para no destruir una reserva ecológica?

Twitter: @hectoryepezm

Publicado originalmenteen el blog www.realidadecuador.com

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