Ecologistas o de izquierda

Vicente Albornoz
Quito, Ecuador

Cuando cayó el Muro de Berlín, muchísimos nos llenamos de alegría porque eso anunciaba el fin de un Régimen inhumano. Pero a algunos se les acabó el mundo, se les acabó el sueño de que el sistema comunista era una alternativa real para la humanidad. Huérfanos de la ideología que tanto habían idolatrado, varios de esos ex-comunistas se convirtieron al ecologismo, otros dicen que también se acabó el oro de Moscú.

Cabe aclarar que esto no significa que todos los ecologistas tengan un pasado comunista, pero sí que algunos lo tienen y que su conversión coincidió con los últimos años de la «cortina de hierro». La primera referencia que encontré sobre esta metamorfosis fue en «La revolución, y nosotros que la quisimos tanto», un libro casi profético de Daniel Cohn-Bendit, uno de los líderes de la revolución estudiantil de 1968, en el que se ve cómo muchos de los guerrilleros de los años sesenta se convierten en exitosos empresarios, mientras que otros se van hacia la ecología.

Les Luthiers, los geniales humoristas argentinos, tienen una entretenida parodia de este reciclaje ideológico cuando en una obra imitan a un grupo folclórico andino que dice «Antes nuestro canto era un canto político. Antes nuestras canciones se inspiraban en Marx, en Engels, en Lenin […] Lo que pasa es que hubo cambios en la historia; hubo grandes cambios en el Este. […] Ahora que cayó el Muro de Berlín nosotros nos preguntamos: ¿Fue error de los burócratas? ¿Error de la doctrina? ¿Error del arquitecto? Y por eso ahora nos dedicamos a cantarle a nuestra querida tierra andina y a su fauna autóctona».

Por cierto, es muy recomendable ver esa divertidísima obra de Les Luthiers en la que también confunden a Lenin con John Lenon, intentan traducir un canto andino al francés y hablan hasta de la «hermenéutica telúrica incaica».

Pero volviendo al tema central, muchos de izquierda pasan a las filas del ecologismo. Pero, como diría un amigo, «la gente es lo que es y no cambia» con lo cual ese amor por la naturaleza fue, en muchos de los conversos, sólo un refugio temporal ante su profunda orfandad ideológica. Y se convierten en izquierdosos disfrazados de ecólogos.

Pero cuando aparece la opción de explotar el Yasuní, prefieren el dinero a la naturaleza porque en el fondo, saben que esos recursos les van a permitir financiar su sueño de tener un altísimo gasto público. La sola posibilidad de aumentar el tamaño del Estado revive en ellos ese instinto que les dice que más Gobierno y más gasto siempre serán mejores. Un Gobierno grande, enorme, que disponga de inmensos recursos es el sueño de muchos de ellos, un sueño que supera con mucho su verdadero interés por la naturaleza. Un sueño errado porque justamente los gobiernos enormes son los que colapsaron junto con el Muro de Berlín. Un sueño que a la larga se convierte en una pesadilla para toda la sociedad.

* El texto de Vicente Albornoz ha sido publicado originalmente en El Comercio


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