América Latina: mirando hacia el futuro

Eduardo Ponce Vivanco
Lima, Perú

Las 87 velitas de Fidel ilustran la ancianidad del castrismo. Inteligencia, opresión e intervención externa son sus tecnologías de exportación, que Venezuela importa y paga con petróleo. Maduro caería sin este trueque siniestro. Pero la antropofagia chavista y la esclerosis castrista colapsarán pronto. La recuperación de Venezuela revertirá bruscamente los equilibrios de la región. Y el ocaso de los Castro permitirá a Cuba explotar la cercanía a Estados Unidos –envidiable ventaja comparativa– y reintegrar a los expatriados que impulsarán su renacimiento.

Mercosur está agotado en lo comercial y radicalizado en lo político. Argentina abandera el proteccionismo, seguido por Brasil. Venezuela, Bolivia y después Ecuador lo convertirán en una extensión del ALBA. La negociación de un TLC con la Unión Europea (UE) comenzó en 1995. Según el Financial Times (11.8.2013), Brasilia planteó negociar por separado, pero Itamaraty lo desmintió. Ahora empujan un acuerdo a distintas velocidades, que incluya a Venezuela (¡!). Es abrumador que nadie hable peor del Mercosur que las empresas y la prensa de sus propios miembros.

Argentina estaría librándose del kirchnerismo. Los resultados de las primarias podrían neutralizar el proyecto reeleccionista de Cristina. Corrupción, demagogia, inseguridad jurídica, control de cambios, inflación, escasez de trigo (¡!), crecimiento de 1,9% en 2012, estrangulamiento de medios y frágil independencia de poderes. Los argentinos no merecen ese descalabro.

Brasil es la paradoja. Kissinger decía, equivocadamente, que Latinoamérica iría donde vaya ese país desmesurado. Recomiendo leer la descarnada crítica que el profesor Rafael Alcadipani (São Paulo Business School y Fundación Getulio Vargas) escribió en el Financial Times, explicando las recientes protestas en su país: “Brasil, campeón de la ineficiencia”. La corrupción, dice, alimenta la ineficiencia y subleva las calles. Recordemos que en comercio e inversiones Brasil priorizará el acuerdo con sus grandes socios comerciales (UE, China, USA y Japón). Su objetivo de liderar América Latina no implica abrirle su mercado nacional. La relación con Venezuela y el ALBA es prioritaria para el Partido de Rousseff y Lula.

Bolivia es víctima de la mediterraneidad mental de Evo Morales, mientras que el mediterráneo Paraguay quiere liberarse del Mercosur e insertarse en la Alianza del Pacífico. Ecuador es propiedad de Correa, que sueña con liderar el chavismo sin Chávez. Uruguay es una extraña isla de pragmatismo izquierdista.

La Alianza del Pacífico es la descollante integración de economías abiertas y afines que, sin ideologías, conforman México, Colombia, Perú y Chile.

México impresiona por el dinamismo. Ha reformado el lastre de su política energética, la seguridad interna y la relación migratoria con EE.UU., capitalizando la enorme ventaja de su vecindad. Su participación en Nafta, APEC, OECD y AP afianza sus expectativas. Colombia es una apuesta ganadora, especialmente si somete a las FARC; y el Perú no se desviará del camino del crecimiento y la democracia.

Chile es un socio importante, en plena campaña electoral. Nuestra vecindad será aún más fructífera si su próximo gobierno sigue priorizando la Alianza del Pacífico, aunque preocupa que la candidata Bachelet asuma que es un emprendimiento ideológico –cuando no lo es– y solicite incluir a quienes postulan el proteccionismo y la autarquía económica, como dio a entender en recientes declaraciones a la prensa.

Compartimos el mismo continente con EE.UU. Un país en permanente evolución que vencerá la recesión, revolucionará ciencia y tecnología, conquistará la independencia energética y seguirá liderando la democracia. Inmerso en la dura competencia por el poder mundial, la reforma migratoria y el explosivo crecimiento de su población “hispana” lo llevarán hacia una relación madura y privilegiada con América Latina.

Firmas Press

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