¿Y a los niños muertos, quién los llora?

Jesús Ruiz Nestosa
Salamanca, España

Desde el papa Francisco a Vladimir Putin, desde los miembros del Tea Party al ayatolah Jamenei, todas las voces han decidido unirse en un solo clamor: que Obama renuncie a atacar los puntos estratégicos de Siria, en represalia por haber utilizado el gobierno armas químicas en contra de su propia población. Todos piden que se opte por la vía diplomática pero ninguno de ellos ha aportado ninguna idea de cuál puede ser el camino a seguir por los negociadores representantes de los grupos en conflicto de una guerra que lleva ya una suma de 100.000 muertos, dos millones de personas han buscado refugio en los países vecinos: Líbano (720.000), Jordania (519.676), Turquía (463.885), Irak (171.984) y Egipto (111.101), además del desplazamiento de casi cuatro millones y medio dentro del propio territorio sirio. Si se tiene presente que el país cuenta con 20 millones de personas, significa que un 10 % de la población ha abandonado el país y el 40% ha abandonado el lugar donde vivía. Además, Unicef informó que dos millones de niños han dejado de asistir a clase.

Médicos Sin Fronteras (MSF) denunció que el pasado miércoles 21 de agosto, en hospitales de Damasco fueron atendidos 3.600 pacientes de los cuales 355 murieron en menos de tres horas. Todos ellos mostraban síntomas de haber sido afectados por gases tóxicos y como tales fueron tratados. El gobierno de El Asad desmintió inmediatamente que el ataque se hubiera producido por parte de ellos y que se trataba de una maniobra de los rebeldes para provocar una embestida internacional contra el gobierno de Damasco. Este tipo de estratagema es bien conocida a lo largo de la historia. Franco dijo que fueron los republicanos los que destruyeron la ciudad de Guernika para conseguir el apoyo internacional en su favor, y varios años más tarde la Unión Soviética culpó a Alemania de la masacre de Katyn donde fueron asesinados miles de polacos.

Las fotografías de las víctimas del ataque con gases tóxicos (gas sarín), 1.429 personas, son patéticas, especialmente la larga hilera de cadáveres de niños, envueltos en una sábana blanca y atada con una cinta del mismo color, dejando ver nada más que el rostro. Parecen dormidos ya que no presentan heridas, de haber sido víctimas de armas convencionales, cuando en realidad fueron envenenadas por un gas que afecta las vías respiratorias.

Quienes están en desacuerdo con un ataque militar piden que se solucione el problema a través de la vía diplomática. ¿Será posible, a esta altura de los acontecimientos, poder negociar y razonar con personas capaces de ordenar tales atrocidades? Bachar el Asad, además, tiene antecedentes familiares, ya que su padre, también un déspota, de quien heredó el poder, pasó a la historia por haber nivelado más de una ciudad siria para sofocar levantamientos contra su gobierno tiránico.

Los comentaristas políticos insisten en recordar la guerra de Afganistán y sus consecuencias, sin reparar que no se trata del mismo caso. Si se desea antecedentes habría que referirse a la guerra de Kosovo en la que los diferentes grupos que habitaban un mismo territorio (la antigua Yugoslavia) se entregaron con desenfreno a exterminarse los unos a los otros, incluyendo campañas de “limpieza étnica” ordenada por Slobodan Milosevic y que terminó provocando una intervención de la OTAN cuando ya se habían cometido los más horribles crímenes.

Si se analiza la reacción de quienes tienen en sus manos tomar una decisión en el caso de Siria, además de Barack Obama, se llegará a una conclusión inquietante: todos están actuando en vista a las próximas elecciones, como el caso de los congresistas norteamericanos Ran Paul y Marco Rubio que votaron en contra de la intervención pues aspiran a ser candidatos republicanos en las próximas elecciones de 2016. Por su parte Putin busca mejorar su imagen, bastante deteriorada tanto fuera como dentro de Rusia, mientras Irán defiende su salida al Mediterráneo a través de puertos sirios. En pocas palabras: a nadie le importa las vidas que se pierden diariamente, nadie tiene en cuenta que cada día unas 5.000 personas cruzan las fronteras en busca de refugio en otros países, nadie se conmueve por los inocentes gaseados en las calles de Damasco para permitir que un pequeño grupo siga aferrado al poder. Todos miran nada más el provecho que pueden quitar de la situación. Y los niños muertos, envenenados por gas, serán enterrados sin que nadie los llore.

* El texto de Jesús Ruiz Nestosa ha sido publicado originalmente en el diario ABC Color, de Paraguay.

Más relacionadas