El círculo vicioso sirio

Joaquín Hernández Alvarado
Guayaquil, Ecuador

Es difícil escribir sobre Siria. Los hechos se saltan olímpicamente a las ideologías que pierden su reducida cuota de poder explicativo y quedan atrás. Quienes advertían del carácter necesariamente belicista y «guerrerista» del imperialismo estadounidense que desencadenaría inevitablemente la guerra contra Siria esta semana, no contaban seguramente con que de improviso, el presidente Obama aceptaría la propuesta de negociación planteada nada menos que por el presidente Putin de Rusia y aceptada por el Gobierno sirio y paralizaría la ofensiva militar. Menos la ironía que supuso, como reseñaba en su artículo en el El País Timothy Garton Ash, que el propio presidente ruso, «el mejor enemigo de Obama» fuera, quien en el último minuto y actuando ciertamente conforme a sus propios intereses, salvó al presidente estadounidense de un tremendo fracaso: la derrota en las dos cámaras de su propuesta de atacar a Siria. Lacónico, Garton Ash concluye: «los estadounidenses están ´hartos’ de la guerra, sencillamente».

Pero el problema no se resuelve lamentablemente por esta victoria, -momentánea, – de la diplomacia. La no intervención tampoco supone nada. Edgar Morin, en Le Monde, el domingo pasado, intelectual no sospechoso de herejía supongo, «Syrie: parions sur la voie du compromis», analizaba las dos posturas. Criticaba por supuesto la intervención militar, entre otras cosas por su incapacidad de resolver el problema y expandir más la guerra, pero no era ciego para creer que dejar las cosas como están contribuiría a disminuir la pérdida de vidas humanas inocentes.

«La no intervención es en sí misma un partido muy peligroso pues la lógica conduce, sea a la victoria implacable y espantosa del señor Al Asad, sea, en el caso de derrota del presidente sirio, a una nueva guerra civil entre rebeldes laicos y demócratas, sunitas, alouitas, kurdos, dijhadistas, y a una descomposición de Siria en fragmentos enemigos, que es el camino que tomó Iraq, estimulado por los conflictos interreligiosos e interétnicos de Siria». Probablemente Morin tiene en cuenta el Informe que publicó recientemente el «International Crisis Group» sobre la situación en Siria y las metástasis del conflicto: «Syria’s metastasing conflicts» del 27 de junio pasado. La conclusión es estremecedora en la medida en que cierra cualquier solución optimista a corto plazo del conflicto incluso en el caso de no intervención extranjera: «No estamos en un juego suma cero donde automáticamente las ganancias de un lado se traducen en pérdidas para el otro. Un bando puede ganar en un frente y perder en el otro», citaba Alain Gresch en Le Monde diplomatique en su artículo: «Syrie, les atouts frágiles du régime».

Volvamos a Morin. No es cuestión de optar por la intervención o la no intervención. Hay que salir de ese círculo vicioso. Solo lo puede romper un compromiso entre las potencias, Rusia, Irán, las naciones árabes, occidentales, quizá bajo la égida de las Naciones Unidas que sea propuesto e impuesto a los combatientes.

* El texto de Joaquín Hernández ha sido publicado originalmente en el diario HOY.

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