Sobre Bolívar Echeverría

Joaquín Hernández Alvarado
Guayaquil, Ecuador

No deja de ser lamentable que las oportunidades para revisar el pensamiento de nuestros contemporáneos más lúcidos sea solo con ocasión de su muerte o, con menos amplitud, por motivo de la concesión de un premio o del lanzamiento de un libro. Carlos Monsiváis tenía razón: está agotada la etapa del intelectual público, -estaba pensando en Alfonso Reyes, en Octavio Paz y objetivamente en sí mismo-, salvo para los autores de libros de autoayuda que todo simplifican y adornan frases que tienen un extraño regusto a flores artificiales. Bolívar Echeverría, pese a su simpatía por Walter Benjamin, fue un intelectual público porque se pronunciaba sobre los grandes temas que nos confrontan en estas décadas: no hacía por supuesto concesiones en cuanto a lugares comunes.

La realidad es tan cambiante y compleja, -evanescente la llamaba, – que se requiere todo el rigor pero también toda la imaginación para dar cuenta de ella.

» Ediciones Desde Abajo”, una editorial colombiana, acaba de publicar en su colección » Clásicos de Tierra Firme”, dos libros de ensayos de Bolívar Echeverría, Discurso crítico y Modernidad y Siete aproximaciones a Walter Benjamin, ambos con prólogo de Carlos Antonio Aguirre Rojas.

De su lectura podemos comprender uno de los grandes temas asumidos por las filosofías contemporáneas, el de la crisis de la estrategia civilizatoria imperante, la de la Modernidad entendida como dominio de los demás y de la tierra mediante la técnica, y de la existencia de otras estrategias civilizatorias que han sido alternativas a la primera. Es el lugar donde nos encontramos con interlocutores como Giorgio Agamben, Gilles Deleuze, Jacques Derrida, Roberto Esposito.

El problema del pensamiento es analizar estas estrategias civilizatorias que son dispositivos que se arman en la historia.

Si algo resulta indispensable para el pensamiento actual es dejar atrás el voluntarismo, la obsesión por hacer de la conciencia el sitio privilegiado de las revelaciones, la historia como una línea que apunta siempre hacia adelante. ¿Cómo asimilar sino la paradoja de las transformaciones, terriblemente crueles y sangrientas por otra parte, del mundo musulmán desde la edad media occidental hasta los combates actuales del Oriente Medio? ¿Dónde está la pauta que explique tanto sufrimiento humano, tanta pérdida, tal desgaste de posibilidades de humanización?

La teoría del progreso se hace añicos en el mundo musulmán y se diluye en el mundo occidental con la crisis de las democracias liberales y de las conformaciones caóticas de grupos de ciudadanos ajenos a los grandes ordenadores de nación o de estado. » Todo documento de cultura es también un documento de barbarie» decía en sus Tesis sobre la Historia Walter Benjamin.

Desde su tesis del » ethos barroco”, Echeverría pensó las culturas latinoamericanas posteriores a la Conquista y que se extendieron por todo el período colonial. Lo barroco fue más que un estilo artístico, una estrategia de supervivencia, una alternativa frente al poder.

* El texto de Joaquín Hernández ha sido publicado originalmente en el diario HOY.

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