Todo bien tapado

Danilo Arbilla
Montevideo, Uruguay

Nada tranquilizante fue el diagnóstico sobre la situación de la libertad de expresión en el continente que el periodista uruguayo Claudio Paolillo presentó ante la Asamblea de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), celebrada en esta ciudad del 18 al 22 de octubre .

Paolillo, director del semanario Búsqueda, de Montevideo (Uruguay), y presidente de la Comisión de Libertad de Prensa de la SIP, informó que durante el último semestre 14 periodistas fueron asesinados en América Latina —la cifra más alta de los últimos veinte años—, a lo que se suma que tres periodistas debieron abandonar sus países por amenazas (Colombia y Honduras) y dos periodistas extranjeros fueron expulsados de Nicaragua.

No menos grave que ello, en lo que hace a la vigencia de la libertad de expresión y el derecho a la información de los ciudadanos, han sido los avances de los gobiernos a través de variados instrumentos para restringir el flujo informativo, según destacó Paolillo, a quien durante la asamblea le fue entregado el Premio Presidencial de la SIP, por su actuación en defensa de la libertad de prensa.

No escapó al análisis de la SIP ninguno de los riesgos, amenazas y la diversidad de mecanismos, cada vez más sutiles y engañosos, que avanzan contra el periodismo libre ni tampoco eludió temas que le atañen directamente como el eventual peligro que implican para el derecho a la información los monopolios y oligopolios públicos y privados y la concentración de medios.

Como de muy preocupante fue calificada la situación de los EE. UU. El informe sobre este país señala que en su primer mandato y “a pesar de su promesa de un gobierno abierto y transparente, el presidente Barack Obama (cada vez más prematuro Premio Nobel de la Paz) sorprendió a la mayoría de los activistas de medios al perseguir implacablemente bajo las leyes de espionaje a informantes del gobierno”. Esta administración, dice el informe, “ha procesado a más funcionarios gubernamentales por presuntas filtraciones” que todos sus predecesores juntos hasta el gobierno de Reagan. En sus conclusiones la SIP hizo pública su alarma e inquietud “por el rumbo de la libertad de prensa” en los EE. UU., destacando además lo ocurrido con The Associated Press y la falta de garantías en cuanto al derecho de reserva de las fuentes de los periodistas.

No por conocidas y repetidas fueron menos desagradables las informaciones sobre países como Ecuador y Venezuela, donde, aunque parecía ya imposible, se ha restringido aún más la libertad de expresión de sus ciudadanos. Rafael Correa puso en vigencia la Ley Orgánica de Comunicación (conocida como Ley Mordaza), con un gran superintendente (el gran censor), que resolverán que es lo que los ecuatorianos pueden saber. Una monarquía absoluta, por no llamarle dictadura, dado que la OEA y destacados juristas internacionales dicen que es una democracia.

Y Nicolás Maduro en Venezuela no le va a la zaga. Ha creado el Centro Estratégico de Seguridad y Protección de la Patria (Cesppa). Con este nombre nadie puede dudar de cuál es su función. No, por supuesto, la de redistribución equitativa de papel higiénico o de la gasolina (que también falta en el país con mayores reservas del petróleo del mundo); se ocupa expresamente de determinar qué información es reservada, clasificada, de divulgación limitada, o que pueda favorecer a la desestabilización o la acción de los enemigos con riesgos para la seguridad y la nación. ¿Qué les parece?

En Argentina se reiteró —entre otras denuncias— que Cristina Kirchner sigue sin dar cumplimiento a dos sentencias de la Suprema Corte que le obligan a administrar correctamente los dineros públicos que destina a la publicidad oficial. ¿Cuándo es golpe de Estado? ¿Habría que preguntarle a la Unasur, el Mercosur o la OEA, qué es lo que pasa cuando un poder del Estado desconoce y avasalla a otro poder del Estado?

En estos casos y algunos más, es notorio que no quieren que la gente sepa qué es lo que pasa. Lo quieren tener todo bien tapado, que no se vea lo que están haciendo, y para ello no hay otra alternativa, como ha quedado demostrado a lo largo del mundo y de los tiempos, que acabar con la libertad de expresión. Y además, continuar eternamente en el poder, para que nunca llegue el destape.

 El autor es periodista uruguayo, expresidente de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP).

Más relacionadas