Gallo pelón

Eduardo Carmigniani
Guayaquil, Ecuador

Escuché la semana anterior al fiscal general del Estado declarar en una entrevista en televisión que (gracias a la «asistencia penal internacional») se había obtenido algún testimonio en Argentina del prestanombres Duzac, y que de esa versión surgían datos muy importantes para la investigación del atraco cometido contra el banco Cofiec, al que la nada delgada mafia de los anillos esquilmó hace casi ya dos años 800.000 dólares supuestamente prestados a aquel.

Agregaba el citado funcionario que, habiendo obtenido el referido testimonio, «estaba por pedir» a la Corte Nacional que vuelva a convocar a audiencia para formular cargos (sin especificar empero contra quién), iniciando de esa forma el juicio penal respectivo por el feo negocito antedicho, cuyo inocultable perfume a ilicitud deriva de múltiples causas, como por ejemplo la de calificarlo como peculado (por aquello de ser préstamo vinculado). Anuncio de similar corte fue publicado también en la página electrónica de la Fiscalía.

Confieso haberme entusiasmado con el anuncio del fiscal. Escuchándolo supuse las interesantes revelaciones que pudiera haber hecho el conserje del cuento, quien pudiera haber explicado, por ejemplo, a quién mismo terminó entregando lo desembolsado por el estatal Cofiec, o quién mismo verdaderamente ordenó ese desembolso, desembrollando así el enredo armado entre el directorio y la administración de la época, que hoy se lanzan la pelota de un lado a otro, ya de frente, ya con voceros disimulados. Confieso también haber empezado a esperar con ansias la realización de la anunciada audiencia, para enterarme de los detalles de la susodicha versión, que legalmente son reservados hasta el inicio de la instrucción fiscal.

Hasta que escribo estas líneas, sin embargo (ha pasado ya una semana) ninguna información oficial hay al respecto. No se conoce si el fiscal ha pedido que se convoque a la tal audiencia, y menos si los jueces le han fijado fecha. El bálsamo del anuncio mediático empieza a diluirse, y algo comienza a recordarme la impunidad y la antigua estrategia de la cortina de humo, que se apoya, como siempre, en la inveterada amnesia colectiva del paisito.

Más relacionadas