Museo de la Memoria para Alfaro Vive

Alberto Molina

Alberto Molina
Quito, Ecuador

Como en mi anterior entrega, me seguiré refiriendo en forma fidedigna al libro “Ecuador 1960-1990: insurgencia, democracia y dictadura” de Darío Villamizar Herrera, Editorial El Conejo, 1994. En él se publican los testimonios, con lujo de detalles, de los autores de asesinatos, asaltos, secuestros, etc. de los miembros de las organizaciones subversivas que actuaron, especialmente, en la década de los 80. Les recuerdo que Villamizar, de nacionalidad colombiana, se desempeñaba como vocero político de la organización  subversiva M-19 en nuestro país.

“Para el 12 de agosto (1983) se da la acción de AVC más sonada hasta entonces: la sustracción de las espadas de Eloy Alfaro y José Montero del Museo Municipal de Guayaquil. (…)”. (p.136).

“En el marco de esta formación, de la necesidad de ampliar y estrechar vínculos con otras organizaciones y otros procesos, es que se realiza, a finales de septiembre de 1983, el viaje de un contingente de AVC a Libia para, conjuntamente con otros Latinoamericanos, recibir y asimilar experiencias a nivel militar”. (p.138).

“El  `rastrillo´ de la Policía en Quito, (…) fue asaltado el 12 de marzo de 1985 a las 02:00, por un número indeterminado de hombres (25 al parecer), quienes luciendo uniformes de la Policía llegaron hasta las dependencias y se llevaron una gran cantidad de armas…”. “El número exacto nunca se reveló, pero en total se sustrajeron entre 1.500 y 1.800 armas”. (p.154).

En la p. 163 se señala una serie de asaltos, al Banco Continental, al Banco Consolidado en Quito, al Banco La Previsora de Guayaquil, la toma de Radio Nacional Espejo. Asalto a la taquilla del estadio de Cuenca, asalto al pagador de la fábrica `La Universal´, asalto al carro blindado de Filanbanco en Guayaquil, en todos los asaltos se llevaron millones de sucres. “Asalto a la Fábrica de Cemento Chimborazo, cerca de Riobamba, de donde se sustrajeron 80 cajas de dinamita de 100 tacos cada una, fulminantes, mecha, máquinas, dinero y una carabina”. “El 18 (julio 1985), al mostrar sus identidades, uno de los guerrilleros disparó su arma, matando al policía Luis Cali de la Dirección General de Seguridad Política e hiriendo a otro”.

Una de las dirigentes más importantes de AVC era Rosa Mireya Cárdenas, hasta hace poco funcionaria de este gobierno; sobre ella se publicó: “Fue en octubre de 1983, en la montaña de Colope, cerca del Río Verde, en Esmeraldas, cuando fue detenida por efectivos del Batallón Montúfar, del Ejército, junto a un grupo de jóvenes que asistían a una escuela de adoctrinamiento político y militar de Alfaro Vive Carajo, un grupo marxista que había decidido tomar el poder por las armas”.

Nada de lo señalado se podría comparar con los acusados en este gobierno, de rebelión, de sabotaje y de terrorismo. ¿Qué podría suceder si en los actuales momentos aparecería un grupo insurgente como el AVC?

No menos insólita es la propuesta de una asambleísta, de crear un “Museo de la Memoria”, según ella, dedicado a la documentación y conmemoración a las víctimas de graves violaciones y derechos humanos y crímenes cometidos en el Ecuador.

El monumento a los Héroes del Cenepa, levantado en homenaje a quienes murieron heroicamente defendiendo a su patria, fue destruido y en ese lugar se construye el edificio de Unasur; según se conoce, el edificio llevará el nombre del fallecido presidente de Argentina, Néstor kirchner.

Es oportuno transcribir la opinión del columnista de la revista Semana, Antonio Caballero, en relación a la situación de Colombia y que se podría ajustar a nuestro país: “Estoy de acuerdo con la exigencia de que el Estado deje de matar en nombre del orden, y en desacuerdo con que las FARC se arroguen el derecho de matar ellas mismas en nombre de la libertad”.

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