El Golpe Electrónico

María Fernanda Egas
Miami, Estados Unidos

Que 20 años no es nada, quizás 50 tampoco. Con el proyecto del voto electrónico en marcha y un sistema electoral asesorado por democracias de la talla de Rusia, Cuba y Venezuela, el Ecuador debe ya acostumbrarse a ir a elecciones como una mera formalidad para reconfirmar la hegemonía del partido de gobierno, pues con tan incuestionable tecnología y tan alta capacitación de las autoridades del Consejo Nacional Electoral, estas serán irrefutables a los ojos del mundo.

Luego de la invitación que recibiera para ser observador en las elecciones de septiembre en Rusia, Domingo Paredes, presidente del CNE del Ecuador viajó hace pocos días a Cuba y confirmó que “en Ecuador tenemos mucho que aprender de Cuba en términos de construcción de una democracia directa” y consideró que se trata de una cooperación muy importante hacia el futuro.

El voto electrónico viene siendo puesto a prueba en Ecuador con “excelentes resultados” y se espera su estreno próximo. Sin embargo, no se puede olvidar que este será implementado por el mismo organismo que desestimó irregularidades denunciadas en la última elección.  Tomaré como ejemplo las del partido PSC-Madera de Guerrero, que demostró prácticas de fraude vistas antes en las elecciones de Venezuela, como ponerle cero votos a un candidato, transferir la votación de un candidato a otro, entre otras que en vez de ser receptadas para su análisis fueron dejadas en el conveniente olvido.

Antes de que empiece a operar el voto electrónico en el Ecuador, el índice de absentismo que en las elecciones del último febrero se perfilaba altamente histórico, desapareció de la página del CNE horas después de las elecciones (y fue substituido por otro índice). Todo esto sin ayuda del voto electrónico, pero con la hasta ahora inexplicada presencia del célebre hacker estadounidense Kevin Mitnick.

Qué sucederá con los resultados del voto electrónico? Qué garantías hay en un país donde el propio presidente reclamó para sí todos los poderes del Estado, inclusive el poder Judicial y el Electoral?

Veamos las denuncias del sistema del voto electrónico en Venezuela, ofrecido inicialmente por la empresa Smartmatic y que se implementó a partir del 2004. De acuerdo al mayor investigador del tema, el general venezolano en retiro, Carlos Peñaloza, “el fraude lo cometen con los que no votaron”.  Peñaloza explica que es el espacio de maniobra lo que importa: “en la medida que aumenta el número de votantes y disminuye la abstención, disminuye el espacio de maniobra.”

Peñaloza relata que inicialmente el sistema Smartmatic fue vendido al gobierno venezolano pero que el software con el que opera no es el original. “Es una larga historia, fueron unos trabajos de informática realizados por los alemanes orientales en Cuba, con el fin de hacer elecciones pero controlarlas. Con el desplome de la URSS retomaron el trabajo los chinos, quienes son hoy los asesores técnicos de los cubanos. El software es de ellos y lo controlan remotamente”.  Peñaloza insiste en que las auditorías no pueden detectar esta anomalía fácilmente, y narra en “Una extraña muerte en Smartmatic” que uno de los dueños de la empresa, Alfredo Anzola, quien había convocado una junta para denunciar irregularidades en los resultados electorales, sufrió un accidente aéreo en el 2008.

El verdadero riesgo del voto electrónico, a mi parecer, va más allá de que garanticen eternizarse en el poder. Es el amedrentamiento que infligen en varios sectores de la población, especialmente a los trabajadores del sector público, a sus trincheras políticas y bases clientelares del oficialismo que estarán siendo monitoreadas con número de cédula y opción de voto. No es paranoia: poco después de las últimas elecciones en Venezuela, el propio Nicolás Maduro creó zozobra entre los trabajadores públicos afirmando que sabía perfectamente quiénes no habían votado por él.

Estas manifestaciones solo confirman cómo debe funcionar “la fiesta de la democracia” según los regímenes dictatoriales. Una serie de irrespetos ante la cual un grupo de ecuatorianos liderados por los juristas César Coronel y Roberto López exhortó recientemente a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos a impartir medidas cautelares. Entre ellas constan una auditoría internacional independiente al sistema informático y a la plataforma tecnológica del mismo; antes, durante y después de las elecciones; la eliminación de las Juntas Intermedias de votación, una presencia y permanencia antes, durante y después de los comicios de una misión de la OEA, y la publicación del padrón electoral por medio de la prensa escrita pues “No podemos ir a elecciones sin saber cuántos ni quiénes somos, y peor, permitir que terroristas se encuentren acreditados para votar en nuestros procesos electorales.”

Como respuesta a esta última exigencia, el activista político Carlos Vera confirmó que el CNE ha aceptado publicar el padrón electoral, pero curiosamente “sin extranjeros ni votantes de 16 a 18 años”.

Cabe a los demás ecuatorianos observar pasivamente cómo entraremos a un sistema de voto electrónico que luego se exhibirá como irrefutable y “el mejor del mundo”?

Peñaloza explica que la única esperanza de derrotar al chavismo por la vía democrática es superar el espacio de maniobra del oficialismo en el sistema electoral. Para ello, la ciudadanía debe perder el miedo e ir a votar masivamente. Ya lo hicieron una vez, y los resultados oficiales, sin examinar las 23 mil irregularidades denunciadas ni el pedido de abrir las urnas, dieron una diferencia de apenas el 1% entre los dos candidatos presidenciales.

A mi parecer, la única propuesta que daría una opción verdaderamente democrática sería que el voto dejara de ser obligatorio. Pero los regímenes dictatoriales disfrazados de democracias ejemplares jamás lo contemplarían.

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