Los Chiles de Bachelet

Juan Jacobo Velasco
Mánchester, Reino Unido

Las elecciones de este domingo en Chile se realizarán en un ambiente extraño porque estarán marcadas por las certezas más que por las incertidumbres. La primera certeza es que Michelle Bachelet volverá en marzo al Palacio de la Moneda y que lo hará respaldada por una mayoría en el Congreso. La segunda es que, como contracara del triunfo, el debilitamiento de la alianza gobernante de derecha facilitará impulsar varias de las propuestas de Bachelet, sobre todo en lo que tiene que ver con reformas profundas en educación, salud, pensiones, el sistema tributario y organización política, amén de una reformulación constitucional. La tercera es que, desde marzo, las diferentes caras de Chile aparecerán con una lista de demandas y visiones. Como se observó en el Gobierno de Sebastián Piñera, los diversos Chiles buscan respuestas y cambios profundos ahora, sin requerir del sistema político formal para dar cuenta de esas demandas.

Lo llamativo es que en la alta aceptación de Bachelet parecen confluir varios elementos en apariencia antagónicos.

Por una parte, la base electoral de la ex presidenta sigue intacta y supera la suma de partidos de su coalición. Ello quedó claro en las pasadas elecciones presidenciales de 2010 y en las primarias de este año, cuando la adscripción a su figura fue mucho mayor que el apoyo a su conglomerado. Por otro lado, buena parte del empresariado cree que la ex presidenta es la mejor opción para contener el vértigo de las demandas ciudadanas y ven en ella una suerte de «ingeniera» capaz de desactivar una bomba de tiempo. Finalmente, muchos confían en que Bachelet puede llevar a cabo los cambios necesarios con los pies en la tierra de la realpolitik, identificando y solucionando conflictos que generen una tensión social inmanejable.

La propuesta de Gobierno de Bachelet es distinta a la de 2005 y busca alinearse con el nuevo espíritu que se observa en el país. Para su armado político cambió de nombre al conglomerado (denominado «Nueva Mayoría») y contó con la participación del Partido Comunista (PC), lo que reafirmaría un eje más social y de izquierda, dando la impresión de mayor inclusión. Esta decisión también implica una tensión, puesto que en su coalición siempre ha coexistido un equilibrio entre la postura de centro de la Democracia Cristiana (DC) y la centroizquierda (Socialismo, PRSD y PPD). Si bien todos los partidos están alienados tras Bachelet, muchos consideran que una vez en el gobierno, sus demandas serán difíciles de ordenar y los equilibrios podrían perderse, forzando a la DC a tomar un camino propio.

Además, si bien se prevé un triunfo importante, eso no asegura la implementación de las propuestas. Varias necesitan de quórum calificado en el Legislativo, que es difícil de alcanzar. Las reformas requerirán negociar con la derecha y dentro de la coalición. Los traspiés y las demoras, podrían enardecer a una ciudadanía con muchas expectativas y poca paciencia.

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