Bachelet tendrá que esperar

Hernán Pérz Loose
Guayaquil, Ecuador

Contra todos los pronósticos que anunciaban que ella ganaría fácilmente la presidencia de Chile en la primera vuelta, Michelle Bachelet tendrá que esperar hasta el 15 de diciembre cuando tendrá lugar la segunda vuelta electoral. La ventaja que le lleva a la candidata del centro derecha, Evelyn Matthei, es lo suficientemente holgada (47% a 25%) para creer que Bachelet se convertirá en la nueva presidenta chilena para esa fecha. Aunque nada es imposible, es casi improbable que el triunfo presidencial se le vaya de las manos.

La Constitución chilena prohíbe las reelecciones inmediatas. Así que el actual presidente Piñera estaba prohibido de ser candidato. Y Bachelet, que gobernó el país entre el 2006 y 2010, tuvo que esperar un periodo presidencial para volver a postularse.

Los tres ejes de las ofertas de Bachelet han sido la reforma educativa, la reforma tributaria y una revisión completa de la Constitución. Sin embargo, si bien la Legislatura al parecer estará en manos de la coalición que la llevó al poder, los escaños que logró no son lo suficientes para aprobar ciertas reformas que requieren una votación calificada. Se requerirán necesariamente el diálogo y el consenso con los líderes de derecha. Tal es el caso, por ejemplo, de los planes de reforma constitucional.

Bachelet se enfrenta a una nación muy diferente a la que ella encontró en el 2006 cuando llegó a su primera presidencia luego del gobierno de Lagos. Las tensiones sociales se han incrementado sustancialmente. En los últimos meses de su anterior periodo presidencial, Bachelet ya pudo sentir esta tensión. Fueron los meses en que estallaron las primeras manifestaciones estudiantiles, las que se prolongaron con tal intensidad durante los años del gobierno que la sucedió que ello afectó severamente su autoridad. A los estudiantes se sumaron luego los sindicatos de trabajadores y otras organizaciones sociales.

Este escenario, el de un gobierno relativamente debilitado en el manejo de crisis sociales, es el que más demandará de diálogo, concertación y renunciamientos por parte de la coalición gobernante. Pocos meses atrás, en Chile hubo probablemente las manifestaciones de protesta más concurridas desde la época de la salida del gobierno de Pinochet.

Los delicados compromisos que deberá hacer la nueva presidenta chilena no son nada fáciles. Su reforma social demanda de enormes recursos financieros, por un lado, y, por el otro, su entorno político ha dejado en claro que el modelo de economía liberal abierta e insertada en la globalización no será afectado en su esencia. Se le introducirán, eso sí, importantes reformas para alcanzar una distribución más equitativa de la riqueza. Ni de lejos hay en sus planes seguir el camino chavista.

Con esto, el nuevo gobierno chileno se alinearía con la tendencia, que salvo pocas excepciones viene gobernando en la región: la de esa izquierda de inspiración europea que ha aprendido a transitar por los caminos de la democracia. Luego de cuatro años, el timón chileno pasa de la derecha a la izquierda en un contexto de respeto a las libertades públicas y al orden constitucional.

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