Chile y su viraje

Juan Jacobo Velasco
Mánchester, Reino Unido

Varios artículos previos a la elección chilena de este domingo enfatizaban con cierto horror el giro a la izquierda de Michelle Bachelet. Había un resabio de esa caza de brujas que apunta con espanto cualquier desviación sobre los “modelos” de crecimiento económico, siguiendo la línea que cundía en la derecha chilena antes de las elecciones.

Luego vino la perorata que ve como un triunfo el que la derecha haya llegado al balotaje de diciembre, a pesar de que Evelyn Matthei alcanzó 25% de los votos, Bachelet 46.6% y que el 18% de los votos fueron a candidaturas alternativas que van desde la centroizquierda a posturas de izquierda extrema, que no votarán por Matthei.

El coro sugiere como una lección para Bachelet el que no haya alcanzado los 69 diputados que necesitaba (de 120) para emprender las reformas (sobre todo la tributaria y en educación), señalando que necesita hacer los cambios más graduales. Eso a pesar de que la coalición de la ex presidenta logró inéditos 67 diputados y sabe que existen cuatro  diputados independientes que también bogan por estos cambios, aunque de forma más radical.

Bachelet no se radicalizó, solo se puso en sintonía con la situación del país.

Como lo dijo el ex presidente Ricardo Lagos el fin de semana, Chile tiene un PIB per cápita de $20 mil y una de las tasas de recaudación más bajas de la OECD, junto con el peor coeficiente de distribución del ingreso de ese grupo de países. Por eso se requieren reformas en la recaudación tributaria, con una tasa impositiva mayor, y una asignación en áreas a la vez estratégicas y con gravísimos déficit, como son educación, salud y pensiones.

La de Bachelet es una propuesta progresiva, que busca consensos. Pero que además equilibra la balanza frente a grupos más extremistas que quieren una radicalización sin cortapisas. La prueba: el día de las elecciones, grupos de estudiantes secundarios y universitarios se tomaron el comando de Bachelet para gritar que van a estar movilizados contra la expresidenta si llega a La Moneda en marzo.

El modelo de representación política no le permite a la centroizquierda hacer cambios más profundos, porque garantiza una derecha sobrerrepresentada. Esto llega a verdaderos absurdos. En una circunscripción senatorial la centroizquierda alcanzó 66,2% de los votos, con sus dos candidatos como los más votados, mientras que la derecha llegó a 33,8%. El sistema electoral chileno solo permite que los más votados ganen si su coalición dobla a la otra. En este caso la centroizquierda “casi” dobló, pero como no alcanzó el 66,6%, la derecha ganó un senador. El ejemplo pone en evidencia lo difícil de obtener mayorías en el Congreso y la necesidad de reformas políticas.

También resalta el buen resultado de la centroizquierda. A pesar de la amarra del sistema de representación está, como nunca, cerca del quórum calificado, que se puede alcanzar negociando con los diputados independientes las reformas necesarias.

* El texto de Juan Jacobo Velasco ha sido publicado originalmente en el diario HOY.

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