Irán, solo el comienzo

Hernán Pérez Loose
Guayaquil, Ecuador

Luego de diez años de presiones, negociaciones, avances y retrocesos, finalmente Irán aceptó celebrar un acuerdo que limita sus planes de desarrollo nuclear. Durante esos seis meses, las partes de ese protocolo, que a más de Irán incluye a los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU más Alemania, negociarán un acuerdo definitivo. En esencia, el protocolo firmado en Ginebra la pasada semana detiene el ritmo con el que venía progresando el proceso de enriquecimiento de uranio, condición indispensable para producir una bomba nuclear. En otras palabras, el acuerdo no conlleva la eliminación del camino ya recorrido por Irán sino un alto a lo que venía haciendo. Tiempo es lo que se ha ganado entonces. Si Irán estaba por llegar a un punto en el que podía desarrollar una bomba atómica en el lapso de uno o dos meses, luego del protocolo le tomará un periodo más largo. Y el tiempo es extremadamente crítico en el campo del armamentismo nuclear.

A cambio del acuerdo, Irán se beneficiará de cierta flexibilización de las sanciones que se le había impuesto. Por ejemplo, algunos fondos de sus exportaciones que permanecían congelados les serán entregados. Pero la estructura de sanciones –su arquitectura como ha sido llamada– queda intacta, de manera que si en los próximos meses Irán incumple el protocolo firmado o no da señales de seriedad en las negociaciones para un acuerdo definitivo, será relativamente fácil activar dichas sanciones.

Los próximos meses serán entonces críticos. Es probablemente la última carta que se juega Irán para eliminar definitivamente las sanciones económicas que tanto le han impactado y alejar el espectro de un ataque militar a sus instalaciones nucleares.

El camino que falta por recorrer no es fácil, sin embargo los extremistas radicales, tanto en Washington como en Irán, así como algunos gobiernos del Medio Oriente que ven con temor a un Irán libre de sanciones económicas, probablemente se empeñarán en descarrilar el proceso de negociaciones diplomáticas que está por venir. Cierto es que habría sido preferible que el acuerdo celebrado en Ginebra haga avances más profundos. Pero eso habría sido pedirle demasiado a un gobierno recientemente elegido como el de Irán, un nuevo liderazgo que necesita de varios meses para consolidarse institucionalmente.

Debe recordarse que fue gracias a la decisión del pueblo iraní en las elecciones pasadas que no se reeligió al entonces presidente Mahmud Ahmadineyad, para un nuevo periodo, y se le dio apoyo a un líder más moderado como es Hasán Rouhaní. De haber sido confirmado en el cargo Ahmadineyad, Irán hubiese seguido insistiendo en esa anacrónica visión de soberanía típica del siglo XIX, según la cual los estados por el hecho de ser soberanos pueden prácticamente hacer lo que quieran en su esfera interna sin otro límite que los deseos de sus líderes o inclusive de sus pueblos, y ello sin importar las obligaciones y estándares de conducta internacionalmente aceptados. Una visión que hoy ha sido abandonada.

Si bien el protocolo firmado es un importante paso, lo más difícil recién comienza.

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