Argentina: 30 años

Joaquín Hernández Alvarado
Guayaquil, Ecuador

Este día Argentina cumple 30 años de haber “retornado” a la democracia. La frase es doblemente ambigua y por supuesto polémica. Ambigua porque se está suponiendo que antes, –¿cuándo, dónde, quién? – existió una democracia conceptual e institucionalmente similar a la surgida a partir del 10 de diciembre de 1983, — el día de los Derechos Humanos precisamente, — hasta el presente.

¿Dónde fijar ese “antes”? ¿En 1930 o en 1973, por ejemplo? Si se toma la primera fecha, solo dos presidentes elegidos democráticamente, culminaron su período, Juan B Justo y Juan Domingo Perón. Curiosa coincidencia: ambos fueron militares que accedieron al poder político. Desde 1983 en cambio, y pese a los graves conflictos que se han presentado de los cuales solo valdría recordar el estallido de la hiperinflación de la Presidencia de Fernando de la Rúa acrecentada por el delirio menemista anterior, — todos los presidentes han sido civiles. Y la democracia ha resistido, para, valga la pena recordarlo, pese a todo, pasar a ser “el más largo período de vigencia democrática conocido por la historia argentina”, como recordaba Eduardo Aliverti en Página Doce. ¿De qué retornos podría entonces hablarse?

Otra ambigüedad es el condicionamiento jurídico del aniversario. Carlos Pagni en La Nación, señalaba que la equivalencia entre democracia y legalidad de hoy, no siempre fue así. En este sentido más valdría hablar de un “inicio” de la democracia que de un retorno.

¿De qué democracia hablamos? Aliverti, al señalar precisamente la limitación que supone periodizar a base de criterios jurídicos como en este caso, porque se deja de lado la diferencia que experimentan entre necesidades e intereses los actores sociales que no pertenecen a las élites políticas y que siempre se aleja del fantasma del consensualismo extremo.

No deja de ser curioso por cierto resaltar que ese ideal es perseguido no solo por algunos teóricos de la democracia sino en la práctica por los populismos autoritarios. Ninguno de ellos puede dejar aflorar la diferencia ni permitirla.

El aniversario plantea precisamente de qué democracia hablamos. Aliverti reitera el carácter necesariamente conflictivo de la misma. Para empezar, no hubo una transición acordada de la dictadura a la democracia, como lo fue en el caso español, La Moncloa. El derrumbe del régimen militar simplemente cedió el poder a Alfonsín y, se supone, a la democracia. Lo advirtió en su momento Guillermo O’Donnell en sus ensayos precisamente sobre democracia y autoritarismo.

“Hace pocos días” –escribe–, “ con el cientista político Edgardo Mocca, recordábamos el principio de Maquiavelo que tan bien harían en tener presente, y aceptar, los consensualistas extremos: la grandeza de Roma se debe al conflicto entre el Senado y la plebe”.

Y sin embargo, ¿aceptar, -no justificar,– lo que han sido estos 30 años con sus repliegues y avances, no implica a su vez reconocer el cambio de época que vivimos, así sea calificándolos, como señala Eliseo Verón de “tiempos oscuros”?

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