Mandela, libre al fin

Hernán Pérez Loose
Guayaquil, Ecuador

Nelson Mandela, el abogado que en 1956 fue enjuiciado por traición a la patria, y declarado inocente en 1961; el activista encausado por terrorismo y sabotaje en 1962, y condenado dos años más tarde a cadena perpetua; el líder político que llevó a su nación a la reconciliación, y que luego de su primer periodo presidencial se negó a presentarse a la reelección pese a su enorme popularidad para evitar que en su país se instale un sistema de culto a la personalidad propio de otras naciones africanas o de las república bananeras latinoamericanas; el prisionero 463/964 de Robben Island que pidió postergar por unos días su salida de la cárcel para así poder despedirse de uno de sus carceleros; ese hombre, el que predicó con su ejemplo de humildad y perseverancia a descubrir la dignidad humana en medio de las circunstancias más humillantes, ha muerto a los 95 años. Libre al fin.

Sin pretensiones o arrogancia, Mandela, como todo auténtico líder, fue de un espíritu sencillo, una persona en la que jamás florecieron el resentimiento o la venganza a pesar de su tragedia. En 1971, mientras guardaba prisión escribió a la profesora Fátima Meer una carta donde le confesaba: “Me mantendré firme en nuestra promesa: nunca, jamás, en ninguna circunstancias, diremos nada malo del otro […] El problema es, por supuesto, que la mayoría de los hombres que tienen éxito son propensos a adolecer de una cierta vanidad. Llega un momento en su vida en el que consideran aceptable ser egotista y hacer alarde ante el público en general de sus excepcionales logros”.

Y más adelante añadía: “Carezco tanto de logros de los que alardear como de las habilidades para hacerlo (…) A veces creo que conmigo la Creación quería dar al mundo el ejemplo de un hombre mediocre en el sentido estricto de la palabra. No hay nada que pueda tentarme a hacer publicidad de mí mismo…”.

Durante el segundo juicio seguido en su contra, Mandela pronunció ante la Corte Suprema una célebre pieza de oratoria forense. Comenzó con la sencilla declaración: “Soy el primer acusado. Tengo un ‘Bacherlor of Arts’, y he practicado como abogado en Johannesburgo por un número de años en sociedad con Oliver Tambo…”. Y luego pasó a desvanecer cada una de las acusaciones con rigurosa lógica, a la vez que iba develando los reales motivos de su detención. Al final de su alegato concluyó con la famosa frase: “Durante toda mi vida me he dedicado a esta lucha del pueblo africano. He luchado contra la dominación blanca, y he luchado contra la dominación negra. He abrazado el ideal de una sociedad democrática y libre en la que toda la gente conviva en armonía y en igualdad de oportunidades. Es un ideal para el que espero vivir y que quiero lograr. Pero, si conviene, es un ideal por el cual estoy preparado para morir”.

Al mirar a nuestro alrededor no podemos menos que reconocer la falta que nos hacen líderes como Nelson Mandela.

* El texto de Hernán Pérez ha sido publicado originalmente en El Universo.

Otros textos de Hernán Pérez Loose reproducidos en LaRepública:

¿Queda algo de la Constitución?

Snowden y la ‘prensa mercantilista’

Más relacionadas