Sigue el gallo pelón

Eduardo Carmigniani
Guayaquil, Ecuador

A fuer de insistente, debo volver sobre el affaire Duzac; conviene empezar con una cronología de los hechos más recientes, para evitar que la inmarcesible amnesia colectiva del paisito mantenga este vergonzoso asuntito en la pasmosa impunidad en que hasta la fecha se encuentra, cumplido ya el segundo aniversario de que se esquilmó a Cofiec con 800 mil dólares.

Hace más de tres meses debió realizarse la llamada audiencia de formulación de cargos, con la que, según la ley, se hubiera recién iniciado el proceso penal respectivo (que no puede ser sino por peculado, que surge de que el “préstamo” califica como vinculado, por haber sido desembolsado sin garantías y por un monto que excedió del 10% del patrimonio técnico de Cofiec, es decir excediendo claramente los límites legales). Dicha audiencia resultó fallida porque, habiéndose anunciado que entre los imputados estaría Pedro Delgado, en el expediente no constaba un requisito meramente formal (y bastante simple de obtener): la certificación de que en la época en que se cometió el atraco contra Banco Cofiec, ejercía un cargo que le otorga fuero de Corte Nacional.

Poco tiempo después –fines de octubre de 2013- el fiscal general anunció que la antedicha demora había terminado siendo beneficiosa, pues luego de la misma se había podido obtener el testimonio en Argentina del testaferro Duzac, y que de la versión así recogida surgían datos muy importantes para la investigación del susodicho atraco, motivo por el que “estaba por pedir” a la Corte Nacional que vuelva a convocar a audiencia para formular cargos.

Estamos a mediados de diciembre ya, y sin embargo nada hay de la dichosa audiencia. No se conoce si en efecto fue pedida y menos si ha sido convocada; lo único cierto a estas alturas –retrocedo al inicio de todo este asunto- es que han pasado dos años desde que a Cofiec se le llevaron una nada despreciable cantidad de dinero y nadie ha sido enjuiciado y menos respondido por el entuerto, que va quedando tapado por la sucesiva producción de escándalos tras escándalos, que, mutatis mutandis, van abultando una muy larga lista de impunidades, que al menos conviene ir teniendo debidamente registradas.

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