La magia de la licencia presidencial

Pablo Játiva
Melbourne, Australia

Luego de nueve triunfos electorales consecutivos de Alianza Pais donde el presidente de la república ha sido el sujeto, verbo y predicado de las distintas campañas, está fuera de lugar discutir el alcance ético que tiene la nueva licencia para hacer proselitismo que ha obtenido Correa con la finalidad de asegurar el control de la política local en el país.

Poco o nada importa el análisis de lo correcto o incorrecto que puede ser el hecho de que el presidente participe de lleno en una elección donde aparentemente su rol debería ser limitado. ¿Por qué el presidente del Ecuador participa en una elección de carácter local, si nuestra Constitución indica que el estado ecuatoriano se gobierna de forma descentralizada, creando incluso el concepto de gobiernos autónomos descentralizados? Tampoco es pertinente la discusión sobre la descentralización del estado, de hecho, es lo menos importante.

Lo importante son los efectos políticos que la licencia produce. Primero, se acude a la vieja fórmula de minimizar la discusión electoral a una simple aprobación de gestión de Rafael Correa. Un debate que debería estar enfocado a presentar ideas innovadoras sobre las distintas alternativas de movilidad, seguridad y convivencia ciudadanas en el primer nivel de gobierno que es la ciudad, se frustra cuando se la encajona en una batalla de egos y carisma. Se le priva a la población ecuatoriana de la posibilidad de plantear y debatir propuestas sobre el modelo de ciudad donde desea vivir, al final, todo se reduce al ya eterno dilema de estás con ellos o contra ellos.

Sin embargo es una fórmula exitosa, le quita a Alianza País el peso de tener candidatos sin fuerza, debutantes en algunos casos, no muy queridos en otros. Como el mismo primer mandatario les ha recordado varias veces, candidatos que sin él no serían ni presidentes del condominio. Todos se hacen el quite y dejan que el peso de la elección recaiga en la fuerza de la imagen de Correa, es estratégico, ha funcionado y va a funcionar otra vez. Será nuevamente Correa quien pelee contra Nebot, y Barrera se replegará a la campaña de a pie mientras el presidente recuerda a todos los quiteños que si no gana el candidato del correísmo, no habrá obras para Quito.

Por otro lado, más allá del marketing político, la participación de Correa en la campaña por las principales alcaldías del país fortalece su hegemonía –que aparentemente ya es absoluta – dentro de Alianza País, la dependencia a la imagen del presidente crece y ni Barrera ni Bonilla lograrán posicionarse como cuadros alternativos del oficialismo. Es un claro mensaje dentro del partido, no hay espacio para disidencias ni desobediencias, el éxito electoral de los candidatos locales está anclado al padre. Y tampoco hay intención de formar nuevos rostros que desde lo local puedan relevar el liderazgo presidencial, al contrario, se endurece la tendencia a la centralización de la política en una persona.

Estrategias electorales útiles para mantener el control absoluto, pero que lamentablemente poco o nada educan ni crean consciencia en la ciudadanía sobre la importancia del gobierno local y las posibilidades de este para transformar sustancialmente la forma en como los ciudadanos nos relacionamos en nuestra ciudad.

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