Sociedad del conocimiento

Bernardo Tobar Carrión
Quito, Ecuador

Anthony Atala es director del Instituto Wake Forest de medicina regenerativa en Carolina del Norte, donde un laboratorio utiliza impresoras 3D con células corporales y material biológico en lugar de tinta, para producir huesos, piel, órganos humanos. Es solo un ejemplo más de los varios que he mencionado en algunas columnas y que son fruto de la convergencia de varias tecnologías, incluyendo biotecnología, nanotecnología, inteligencia artificial, computadoras cada vez más potentes. Es solo cuestión de poco tiempo para que los niños nacidos en esta generación encarguen a partir de sus células madre la impresión de un riñón que les falle en lugar de resignarse a morir o ponerse a la cola de un improbable transplante.

No es solo un tema de salto cualitativo de la ciencia, pues los expertos coinciden en que estamos cruzando el umbral hacia una aceleración tecnológica que impactará en todos los órdenes de la vida en los próximos diez años. Así como el modelo de propiedad de grandes extensiones de tierra agrícola, que marcó el dominio en la economía hace 100 años –cuyos sobrevivientes subsisten vendiendo las antigüedades de la abuela-, fue desplazado por industrias con valor agregado, y estas a su vez por el dominio de mercados a través de marcas y gestión, hoy será el control y acceso a nuevas tecnologías el factor principal en la generación de riqueza. De modo que el cambio, en sí mismo, no es una novedad, es apenas una constante en la evolución; lo que no tiene precedentes es la velocidad y el grado: de simples mejoras cada cinco o diez años estamos pasando a sustituciones en meses.

La pregunta, por lo tanto, es dónde y quién está generando estas nuevas tecnologías y cuál es la posición que el Ecuador, como país, como centro de negocios, como sistema de educación, como cultura en fin, está tomando para ser un agente contributivo y beneficiario de la sociedad del conocimiento en lugar de quedarse mirando al pasado mientras el futuro le pasa por encima.

En este contexto, el Ecuador tiene una posición importante: la mayor diversidad relativa a su territorio, y por lo tanto una fuente privilegiada de investigación científica; una industria de software altamente desarrollada y competitiva; estímulos tributarios importantes para la inversión en tecnología; el dólar como moneda; el mensaje que implica Yachay, con su visión de Ciudad del Conocimiento, y una legislación apropiada para estimular la innovación, pues nadie invierte en investigación y desarrollo o transfiere tecnología hacia una jurisdicción que no está dispuesta a compensar adecuadamente el talento inventivo.

Por el lado negativo del balance está el sistema educativo nacional, lejos aún de las demandas que plantea la convergencia tecnológica; el anuncio de reforma de la Ley de Propiedad Intelectual, en la medida en que se traduzca en menos derechos –y por lo tanto menos incentivos- para productores de tecnología y nuevos emprendedores con imaginación; la relativamente débil implantación de una cultura de innovación en varias áreas del sector productivo y la falta de acuerdos con algunos de los países donde se está cocinando el futuro tecnológico del mundo.

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