Las nuevas guerras

Joaquín Hernández Alvarado
Guayaquil, Ecuador

Algunos expertos internacionales advirtieron en las últimas décadas del siglo pasado que las nuevas guerras del XXI no serían más las convencionales, es decir entre estados, sino más bien entre grupos de pobladores enfrentados en un mismo país o en varios países. Algo de eso parece estar ocurriendo en México, en el estado de Michoacán, donde se ha desatado lo que algunos llaman “la crisis del Estado” como señalaba Gil Olmos en la revista Proceso, una “ruptura del estado de derecho” como planteaba Porfirio Muñoz Ledo en El Universal, o, en todo caso una situación límite, como los titulares de dos artículos de opinión de El País de Madrid mostraban ayer: “ Autodefensas: en México hemos tocado fondo” y “La riesgosa apuesta de las autodefensas en México”.

El problema que recorre el estado de Michoacán es el aparecimiento de una fuerza irregular, las “Autodefensas” que son grupos de civiles armados, hartos de la violencia y de la explotación a los que los someten las bandas del crimen organizado, en este caso “Los Caballeros Templarios” los sucesores del grupo mafioso “La Familia Michoacana”. Es un lugar común por lo demás decir que Michoacán, cuya extensión es de 58 599 kms con 228 kms de litorales,– es uno de los estados de mayor producción de marihuana y de metanfetamina y un punto estratégico para el envío de droga a través del puerto Lázaro Cárdenas. En realidad, el conflicto está localizado sobre todo en una de las regiones del estado, “Tierra Caliente”, región que llega a los estados de Guerrero y de México.

El surgimiento de las Autodefensas, su fortalecimiento, – El Universal señalaba, de acuerdo a estimaciones de los propios líderes, que tendrían unos 20 mil hombres armados, -su aparición en los municipios de Tierra Caliente reuniendo al pueblo y declarando que de ahí en adelante, su seguridad está en manos de ellos muestra no solo un punto final en cuanto al régimen de extorsión y de muerte impuesto por los narcotraficantes sino que revela además una debilidad del estado para mantener el orden y ejercer lo que convencionalmente se llama “el ejercicio monopólico de la violencia”.

“Todos somos responsables, la autoridad omisa e indolente, el empresario que lava dinero, la madre que solapa a su hijo delincuente, la esposa que acepta el confort que le proporciona el dinero de procedencia ilícita, , el joven criminal que derrocha su vida en bares y centros nocturnos”, reconoció el gobernador del estado Fausto Vallejo Figueroa. Lo que los críticos de la gestión gubernamental añaden es la connivencia de los líderes de los partidos políticos durante las últimas décadas con los capos del narcotráfico. La corrupción que antecede al narcotráfico, el surgimiento de poderes fácticos que hacen de la vida cotidiana un infierno no se gesta ni siquiera en una década y parte generalmente del ejercicio combinado de poderes autoritarios, represiones tácitas o expresas, canonjías, acuerdos al margen de la ley o sobre ella. Las “soluciones” como siempre están llenas de víctimas.

* El texto de Joaquín Hernández ha sido publicado originalmente en el diario HOY.

Más relacionadas