Un punto azul y pálido

Miguel Molina Díaz
Barcelona, España

Una hoja blanca de papel. Lunes 6 de enero del 2014. La tinta dibuja palabras. Una firma glamorosa. Un cargo en letras mayúsculas. MEGAINTENDENTE DE LA INFORMACIÓN Y COMUNICACIÓN. La Tierra tiene 4.570 millones de años. El hombre poderoso solicita una copia auténtica de una caricatura y la información relativa a la identidad del autor. La hoja de papel lo soporta.

Una sonda espacial en el cosmos infinito. Voyager 1. Seis mil millones de kilómetros lo separan de la Tierra. Es el 14 de febrero de 1990. Día de los enamorados. El Voyager 1 toma una foto del planeta que lo lanzó al espacio. No somos más que un punto azul y pálido.

El homo sapiens practicó el sexo indiscriminadamente. Hoy somos más de 7 mil millones de habitantes. La esperanza de vida promedio es de 69 años. La República del Ecuador tiene 183 años. El HIPERINTENDENTE tiene 53 años y habita la Tierra. Ese punto azul y pálido.

El Ecuador es un país situado en un continente del planeta Tierra llamado América. Está habitado por 14 millones de homo sapiens caricaturescos. El planeta Tierra es parte del Sistema Solar que se ubica en la Burbuja Local del Brazo de Orión de esta galaxia espiral llamada Vía Láctea. En ella habitan entre 200 mil millones y 400 mil millones de estrellas.

El 15 de enero del 2007 comenzó en Ecuador la Revolución Ciberciudadana. Tiene 7 años y han construido carreteras. El LÍDER de la revolución ha ganado, estruendosamente, todas las elecciones. Incluso aquellas en las que no ha sido candidato. Y las seguirá ganando. ¡Es una caricatura viva! Ha sido ovacionado por su pueblo. Amado por las multitudes. Temido por sus enemigos. Los ejércitos le han rendido honores. La prensa oficial entiende su grandeza. Es él y solamente él. El laureado. Como tantos otros lo fueron en este planeta.

El LÍDER tiene carisma, como todos los líderes que han caminado sobre la faz de la Tierra. Pegaso fue lanzado al cosmos y luego se perdió. La revolución aprobó una nueva constitución. Y muchas leyes. Dignas. Enormes. El partido revolucionario ha parido, soberanamente y entre abrazos, los codex que cambiarán por siempre la Historia. Todas las revoluciones lo hacen en sus diminutas y ridículas épocas. Los imperios nacen y mueren con sus leyes. Las del Ecuador son jóvenes. El Código Orgánico Integral Penal se discutió durante 2 años. La Ley de Comunicación también. Gracias a ésta última el ULTRAINTENDENTE tiene su poder y puede poner el grito en el cielo por una caricatura.

Los romanos también aprobaron muchas leyes. Y tuvieron Emperadores. Al igual que los egipcios. Todos los conglomerados han tenido líderes. Reyes a los que les molestaba ser caricaturizados. Y esbirros con cargos rimbombantes que no se ríen. ¡Son monumentos vivos dentro de una caricatura! Muchas revoluciones se han sucedido a lo largo del tiempo. Tantas como deidades han sido adoradas. Ese punto azul y pálido que se pierde en una ráfaga del luz ha sobrevivido a una cantidad infinita de revoluciones.

Incontables son los hombres que han jurado a las multitudes la felicidad, la dignidad, la justicia. Los que han dicho ¡nunca más! Pero la Tierra ha sobrevivido a cada revolución y a cada muerto. Los puntos luminosos en el cielo son imágenes que viajan millones de años luz hasta llegar a nuestros ojos. Son estrellas muertas y ese es su último destello. Algún día este punto azul y pálido no será nada más que eso. Una ráfaga de luz que no durará más de un instante.

Fue el astrónomo Carl Sagan quién al ver la fotografía tomada por el Voyager 1 calificó de azul y pálido a ese punto imperceptible de la oscura noche estelar. Por ese punto los hombres de la Tierra se han enfrentado en baños de sangre. Las civilizaciones han conocido el esplendor y la debacle. Los caudillos han sido aclamados a lo largo de este valle de lágrimas. Y luego olvidados. ¡No! No es la primera vez que un hombre que se cree poderoso se queja por una caricatura. Ni será la última. La Tierra es vieja y lo ha visto todo. Y los poderosos se convierten, inexorablemente, en estatuas ruinosas en el desierto. Y luego serán polvo.

Es triste su ambición pretenciosa. Piensan –están convencidos de eso– que gracias a ellos –y no a los científicos, matemáticos o filósofos– se dieron los avances de la humanidad. Vanidosos delirantes. Son olvido.

Todo esto en un punto microscópico. Un punto que casi no se ve en la foto del Voyager 1. Allí habitamos todos. Y ahí sucede todo. Los golpes fuertes de la vida. Las crepitaciones. Las zanjas oscuras. Las caídas hondas de los Cristos del alma; o los heraldos negros que nos manda la Muerte. Y la risa del hombre. Y todo junto no es más que un segundo en la existencia del universo. No somos más. Que lo entienda de una vez el SUPERMEGAINTENDENTE. La risa y las caricaturas sobrevivirán más que él. Mucho más. Por más leyes que hagan no serán más que un punto. Por más miedo y odio que siembren. Un punto. Por más que persigan a los caricaturistas y se ofendan con el humor. Un punto. Nada cambia. Un triste punto azul que viaja en la noche cósmica. Un punto que se desprende de las revoluciones. Un destello de luz que borra los nombres y los cargos y la Historia de la vergüenza humana.

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