La política económica

Vicente Albornoz Guarderas
Quito, Ecuador

Toda política económica sensata debe tener como su principal objetivo la creación de riqueza. Adicionalmente, y dependiendo de las circunstancias y de la ideología de quien la aplique, puede haber un mayor o menor énfasis en redistribuir la riqueza. Pero la prioridad en «crear» tiene que estar presente.

El problema central de la actual política económica son sus objetivos, porque en lugar de buscar aumentar la producción o de promover la creación de riqueza, está concentrada en reducir el poder político de quienes puedan oponerse al Gobierno.

Esta es una vieja actitud en la izquierda ecuatoriana y se puede retroceder en el tiempo a políticas como la reforma agraria de los años 60 que nunca buscó maximizar la producción agrícola, sino reducir el poder de los terratenientes. Cuando se investiga la reforma es fácil encontrar estudios que demuestran cómo se redujeron las grandes haciendas y que reflejan la caída del poder político de los dueños de esas haciendas. Pero no existe un sólo estudio que demuestre que la producción creció. Es más, al revisar la escasa información disponible queda la sensación de que la producción se estancó en términos relativos.

Entonces, la prioridad no era producir más, sino quitarles poder a «los otros», entendiéndose que esos «otros» eran la vieja clase terrateniente. Sobra decir que lo ideal hubiera sido lograr que esos hacendados se involucren en modernizar la agricultura en los años 60 y 70 y que así el país tenga más riqueza para distribuir. Pero bueno, eso pasa cuando se tiene las prioridades equivocadas.

La actual política económica ha sido muy eficiente en reducir el poder de los bancos, de los medios de comunicación y de uno que otro grupo económico. A los bancos les controlan desde las tasas de interés hasta lo que pueden cobrar en un cajero automático y a sus accionistas les prohíben invertir en cualquier otro sector. Independientemente de las simpatías que se pueda tener por los bancos o por los grupos económicos, estaríamos mejor si todos ellos estuvieran invirtiendo más y así aumentando la riqueza del país. Estaríamos mejor si los medios de comunicación invirtieran más y si los bancos pudieran crecer más y captar más ahorro y conceder más créditos, pero su gran defecto es que algún día tuvieron poder y algún día se les vio como un potencial contrapeso. Por eso deben ser castigados y su poder reducido.

Ni siquiera imaginable tratar de encauzar la riqueza, las energías y la creatividad de la que disponen todos ellos para que creen más empresas, más empleos y hasta paguen más impuestos. La prioridad entonces no es producir sino reducir el poder de los otros.

Y la «riqueza» se ve como algo que no se «crea» sino que existe, ininmutable en el tiempo y sólo es cuestión de redistribuirla. O de esperar que caiga del cielo, en forma de altos precios del petróleo.

* El texto de Vicente Albornoz ha sido publicado originalmente en El Comercio.

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