Oportunidad desperdiciada

Luis Fernando Ayala
Guayaquil, Ecuador

El día de hoy Rafael Correa ha sufrido su primera derrota electoral desde que asumió el poder en el año 2006. Sí, la derrota es de él. Porque aunque Correa no apareció en la papeleta electoral, él mismo planteó la elección para la Alcaldía de Quito como un plebiscito personal. El mensaje fue claro: aunque les caiga mal Barrera voten por él, porque votar por él es votar por la Revolución Ciudadana y por Rafael Correa. Los quiteños respondieron por un abultado margen que no.

La derrota del gobierno es amplia e indiscutible.  Con los datos que se conocen hasta el momento, Alianza País y sus aliados han perdido no solo las codiciadas alcaldías de Quito y Guayaquil, sino que la oposición se ha hecho con el triunfo en ciudades consideradas como bastiones del correísmo: Cuenca, Manta, Machala, Santo Domingo, Babahoyo, Milagro, Riobamba, y muchas más le dijeron que No al gobierno.

Ya habrá tiempo para sacar conclusiones sobre las causas que generaron este resultado, seguramente una mezcla de realidades locales y del desgaste del oficialismo. Lo que evidencia este resultado, pero que es una realidad desde hace mucho tiempo, es que el país se encuentra dividido en dos visiones marcadamente contrapuestas. El país está dividido entre quienes apoyan o rechazan un régimen que ha intentado imponer a la fuerza su visión de la sociedad, sin reparar ni respetar en las posiciones de aquellos que no la comparten.

Ese mismo afán autoritario es el que ha llevado a que Ucrania y Venezuela se inflamen en esa espiral de violencia, de la que hemos sido testigos en los últimos días. Y ese es el grave riesgo al que se enfrenta el Ecuador. Por eso el resultado de hoy, se convertía en una valiosa oportunidad para que Rafael Correa y su gobierno dieran señales de apertura y tolerancia, que fomenten esa necesaria unidad entre ecuatorianos, que nos permitan enfrentar los difíciles desafíos que se avecinan, especialmente en el campo económico, como lo ha reconocido el propio gobierno.

Lamentablemente Rafael Correa eligió otro camino: el del insulto, la burla y el desprecio. No hubo espacio en su discurso para reconocer a ese grupo de ecuatorianos, hoy mayoritario, que no cree en su modelo, no hubo gestos de reconciliación ni búsqueda de unidad.

Que Ecuador no se convierta en la próxima Venezuela es de responsabilidad exclusiva de un solo hombre: Rafael Correa. Y en gran parte dependerá de la actitud que asuma el gobierno frente a las nuevas autoridades electas. Si elige el camino de la división y del hostigamiento (como ha ocurrido en Venezuela), la confrontación está garantizada; pero si opta por la colaboración, en el marco del reconocimiento de las legítimas diferencias, entonces el futuro aparece más promisorio. Esperemos que esta vez no se equivoque.

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