Interés de Rusia en Latinoamérica

Alberto Molina

Alberto Molina
Quito, Ecuador

Aparentemente la Guerra Fría terminó con la caída del Muro de Berlín en 1989 y con el colapso del imperio Soviético; pero la lucha por captar la hegemonía política, económica y sobre todo militar en el mundo continúa. El poder unipolar de los Estados Unidos ha ido cediendo terreno; por un lado China ha ido captando espacios en Latinoamérica a base de generosos préstamos, aunque con intereses de usura, sin embargo su presencia es innegable. Rusia ha tenido protagonismo político a nivel internacional en los últimos tiempos, su líder Vladimir Putín ganó bonos en la crisis de Siria, a él se le atribuye el haber evitado la intervención militar norteamericana.

No hay que olvidar que Rusia tiene especial interés en Siria; es su principal proveedor de armas, le perdonó gran parte de la deuda externa, y lo más importante, mantiene una base naval en el puerto de Tartus en el Mediterráneo. Esta base fue establecida en 1971, durante la Guerra Fría, para dar mantenimiento y abastecimiento a los buques de la flota del Mar Negro y a los navíos que hacen su travesía por el Mediterráneo. Actualmente Rusia ha destinado a la base de Tartus alrededor de 600 hombres, entre técnicos civiles y miembros de la fuerza naval rusa.

Ahora el interés es en Latinoamérica, medios de comunicación rusos como Actualidad RT y La Voz de Rusia citan declaraciones del ministro de Defensa de este país, Serguéi Shoigú, en donde revela que el gobierno de Vladirmir Putin, está negociando la suscripción de acuerdos sobre la instalación de bases militares con los gobierno de Nicaragua, Venezuela y Cuba; a través de los mismos medios, se conoce que Shoigú reveló que también sostienen conversaciones con gobiernos de otros países Latinoamericanos para permitir que atraquen buques de guerra rusos en sus puertos y la posibilidad de reabastecer aviones en sus territorios. De esta información ningún gobierno se ha pronunciado, ni de los aludidos, ni del resto de países Latinoamericanos.

Sin embargo cuando el gobierno de Colombia anunció que firmaría el “Acuerdo de Información y Seguridad” con la Organización del Tratado del Atlántico Norte” (OTAN), acuerdo que contempla el intercambio de información en materia de narcotráfico, capacitación y asistencia en operaciones humanitarias y de paz, además de que Colombia podría participar en diversas actividades de la OTAN; los gobiernos, especialmente de la Alba, pusieron el grito al cielo.

El presidente de Venezuela, Nicolas Maduro, dijo: “Hay un giro negativo hacia una agenda de desestabilización regional, de división regional, de ataque contra la revolución bolivariana y de adhesión a los planes hegemónicos imperiales”; Daniel Ortega de Nicaragua, señaló: “Que un país latinoamericano quiera incorporarse a la OTAN será instrumento de una política para debilitar y tratar de destruir el proceso de unidad que vive la región”. No podían faltar las claraciones de Evo Morales de Bolivia: “Cuando internamente EE.UU. ya no puede dominarnos a países, a gobiernos, a pueblos antiimperialistas, ¿cómo es posible que Colombia pida ser parte de la OTAN? ¿Para qué? Para agredir a Latinoamérica, para someter a Latinoamérica, para que nos invada la OTAN como ha invadido en Europa y África”.

Para variar, en la revista Patria, del Ministerio de Defensa de nuestro país, en la parte correspondiente a la Agenda Política de la Defensa 2013-2017, señala: “(…), no se dejan de mirar con preocupación aquellas cuestiones que inciden en la integración regional, como la firma del Acuerdo de Cooperación entre Colombia y la OTAN; (…)”.

En conclusión, sólo se condena cuando conviene  y de acuerdo a sus intereses e ideologías, eso se llama: doble estándar.

 

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