¿Londres o London?

Vicente Albornoz
Quito, Ecuador

Parece broma, pero no es tanto. ¿Al final, cómo se llama la capital de Inglaterra, Londres o London? La respuesta es obvia: Londres en español y London en inglés. Evidentemente, la siguiente pregunta es ¿Pekín o Beijing? Nuevamente la respuesta es que el primero es el nombre de la capital de la China en español y la segunda es un aproximado de cómo suena en mandarín. Y esto no es una invención de este columnista, sino una definición de la mismísima Real Academia Española de la Lengua, en sus normas de tratamiento de los topónimos (nombres de los lugares), donde señala que se ha de preferir, en general, la forma tradicional española de los nombres geográficos.

Claro que la cosa se pone más compleja cuando las ciudades cambian de nombre. Por ejemplo, Bombay, la enorme ciudad india que la Real Academia recomienda llamar Bombay, pero que millones de indios llaman Mumbai y que en realidad se llamaba oficialmente Bombay hasta que cambió su nombre en 1995.

Ha habido varios locos en la historia que han cambiado nombres de ciudades, pero que afortunadamente han sido pasajeros (los locos y los nombres cambiados). Sólo a un tirano como Rafael Trujillo se le podía ocurrir cambiar el nombre de Santo Domingo, la capital de la República Dominicana, a «Ciudad Trujillo», en honor a sí mismo. En realidad sólo a un megalómano de ese calibre se le pudo dar por cambiar el nombre de la más antigua ciudad española del continente americano, fundada en 1496 por un hermano del mismísimo Cristóbal Colón. Afortunadamente recuperó su nombre a raíz de la muerte del dictador.

También hay fanáticos con complejo de rebautizadores. A la centenaria ciudad alemana de Chemnitz, los comunistas de la República Democrática Alemana le cambiaron su nombre por Ciudad Karl Marx. Por suerte, a raíz de la muerte del comunismo en los países civilizados, Chemnitz recuperó el nombre que tenía desde su fundación hacia el año 1150. Pero el tema llega casi a lo demencial con las ciudades que se rebautizan «recurrentemente» y hasta «de vez en cuando».

Volgogrado es un ejemplo extremo pues luego de haberse llamado Tsaritsina por siglos, Stalin la bautizó como Stalingrado en su honor (otro megalómano) y en la época de la des-estalinización los soviéticos le recambiaron el nombre al actual Volgogrado. Pero considerando que en Stalingrado se luchó una decisiva batalla contra los nazis, sus habitantes decidieron que desde el 2013 la ciudad regrese, nueve días al año, a su nombre de Stalingrado (en fechas relevantes de la gran Batalla). Honestamente no sé cómo se llama hoy.

Por suerte, todo indica que a la linda Carita de Dios le van a dejar en paz con su nombre de Quito y no la rebautizarán a Kitu. Al menos, eso espero porque a los que ya cambiaron el himno bien podía ocurrírseles alguna locura de esas.

El texto de Vicente Albornoz ha sido publicado originalmente en El Comercio.

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