Y así vamos

Danilo Arbilla
Montevideo, Uruguay

Cuando se le venía la noche y la derrota era casi inevitable, Nicolás Sarkozy trató de sembrar el pánico entre los votantes franceses: miren lo que pasa en España, les decía, Francois Hollande es lo mismo que José Luis Rodríguez Zapatero. El presidente francés en la desesperación se olvidaba de las “buenas migas” del pasado con su colega y vecino, y trataba de asustar a sus compatriotas con la crisis española en su apogeo. Y no le hicieron caso y tenían muchas razones para ello, pese a que hoy los hechos confirmen aquellos augurios del mandatario de los tacos altos.

Más certero aún estuvo hace más de un año el economista y filósofo francés Guy Sorman cuando advertía rápidamente lo que se avecinaba. Hablaba de un “destino dramático” consecuencia de “la incomprensión total por parte de los dirigentes socialistas franceses de los principios elementales de la economía real”.

Recién el golpe de las elecciones municipales ha operado como despertador para los socialistas franceses. Eso podría ser bueno para que comiencen a reencaminar las cosas, lo que, de todas formas, no es seguro por más cambio de gabinete que se haga: los mismos socialistas culpan del revolcón a las políticas “neoliberales” del gobierno de Hollande. Así nomás.

Hace unos días se supo, por unas actas desclasificadas del FMI, que en el 2007 el director ejecutivo por España en ese organismo desechaba de plano, ante algunas dudas de los técnicos del Fondo, cualquier tipo de riesgo de “un pinchazo”, del “milagro español”. Les recomendaba a sus interlocutores y colegas no hacer caso a la prensa –cuándo no– “particularmente ansiosa por buscar acontecimientos catastróficos”. Con la misma suficiencia que Rodríguez Zapatero, quien descartaba cualquier tipo de crisis y hasta se negaba a citar esa palabra, su representante en el FMI hablaba, en el peor de los casos, de “un aterrizaje suave”. Mira qué aterrizaje suave; que les pregunte a los pasajeros.

No obstante ello y pese a las continuas muestras y comprobaciones de las responsabilidades e irresponsabilidades que acompañaron su gestión, los socialistas españoles, hoy opositores, tienen soluciones para todos los problemas y critican al gobierno de Rajoy, como si nunca hubieran tenido algo que ver en la crisis española.

Si esa es la autocrítica, habrá que ir pensando en perder toda esperanza. Socialistas y progresistas hacen su propio relato para ocultar sus fallos y para canalizar las iras y desasosiegos de la gente: sigue siendo redituable culpar al neoliberalismo, al FMI y al imperialismos yanqui (ayudados un poco en este caso, es cierto, por las políticas y torpezas de los gobiernos estadounidenses).

Lo grave es que ellos mismos se creen su relato, sin cambio de tendencia, apuntalando a una reinante mediocracia –de tercera categoría– a cargo de los destinos del mundo y que hace que hoy veamos al frente de muchos países a figuras que jamás nos podríamos haber imaginado que pudieran gobernar algo y liderar nada.

Ni las derrotas electorales los hacen desistir. No se dan cuenta de que la gente se da cuenta y que si hacen oídos sordos a sus reclamos, salen a las calles para que los oigan y los atiendan decididos a no callarse, aunque los repriman y los maten, como en Venezuela.

Algo para recordar. Y hablando de Venezuela: Amnistía Internacional ha denunciado casos de tortura y abusos durante las protestas. Pero el número de muertos, heridos, detenidos y torturados aumenta, y la OEA y la Unasur siguen dando su apoyo a Nicolás Maduro, y Obama muy preocupado con el tema de Ucrania.

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* El texto de Danilo Arbilla ha sido publicado originalmente en el diario ABC Color, de Paraguay.

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