García Márquez en la SIP

Danilo Arbilla
Montevideo, Uruguay

No fue nada fácil conseguir que el inmortal escritor colombiano Gabriel García Márquez participara en la 52ª Asamblea Anual de la Sociedad Interamericana de Prensa, celebrada en Los Ángeles del 5 al 9 de octubre de 1996.

Fue una dura batalla convencer al Comité Ejecutivo de la SIP de invitarlo. Muchos miembros resistían la presencia de “un hombre tan amigo de Fidel”. El peso del entonces presidente Raúl Kraiselburd, de El Día de La Plata (Argentina), de David Lawrence Jr., de The Miami Herald, presidente entrante, y del vicepresidente Luis Gabriel Cano Isaza, de El Espectador de Bogotá, fue decisivo.

Y más decisivo aún fue Cano Isaza en convencer a Gabo de que aceptara la invitación. Este también se resistía, pero Luis Gabriel era un amigo de siempre y además era quien durante muchos años “le pagaba el sueldo” al entonces periodista que se iniciaba en El Espectador. “No te olvides de eso”, se lo recordaba en tono de broma al escritor, ya zanjados miedos, dudas y prejuicios.

Un año y poco después, en unos talleres sobre periodismo dictados en México por García Márquez y organizados en conjunto con la SIP, el escritor iniciaba así su cátedra: “La primera vez que participé en una asamblea de la SIP fue en el año 48, cuando el “Bogotazo”, y lo hice desde la calle, protestando y tirando piedras contra el hotel donde estaban reunidos dueños y directores de diarios de esa sociedad. Por aquellos días me dije: jamás participaré de una reunión de la SIP. Sin embargo no hace mucho di una conferencia en una de sus asambleas, como invitado especial, y ahora estoy en estos talleres . Es que la SIP ha cambiado;… y yo también. Y eso es lo que pasa con el periodismo, que va con los tiempos así como los tiempos van con el periodismo”.

En la asamblea de Los Ángeles, en la que fue declarado presidente vitalicio de la SIP el destacado periodista Lee Hills, además de García Márquez, participaron otros tres premios Nobel: la guatemalteca Rigoberta Menchú, el costarricense Óscar Arias y Henry Kissinger de los EE.UU.

Gabo habló sobre “El mejor oficio del Mundo”. Fui quizás la primera persona que conoció esa magnífica conferencia. Lawrence, ya presidente, y Cano, pensaron que yo, entonces presidente de la Comisión de Libertad de Prensa de la SIP, debía presentar al escritor. En función de ello Gabo me dio a leer previamente la conferencia. Esa fue la razón de que finalmente yo presentara a Menchú y Luis Gabriel a Gabo: tenía alguna diferencia con respecto a lo que Gabo sostenía en cuanto al uso del grabador y me pareció más lógico plantearlo desde la audiencia –que fue lo que hice– y no desde el lugar del moderador. Y así me perdí la chance de estar allí arriba en la mesa y ser un poquito protagonista de un hito histórico para la profesión.

Aparte de esa Asamblea de Los Ángeles y los talleres en México, García Márquez participó de dos asambleas más de la SIP. Las de medio año de Los Cabos (México, marzo de 2004) y Cartagena (marzo de 2007). En Los Cabos, inaugurada por el presidente Vicente Fox, Gabo junto con su maestro en El Espectador, José Salgar, fallecido el año pasado, hablaron de prácticas periodísticas y se explayaron en un contrapunto revelador en la génesis y vaivenes de las crónicas que luego fueron “Relato de un Náufrago”.

La de Cartagena fue inaugurada por el presidente Álvaro Uribe, y tuvo entre sus invitados a Bill Gates, al escritor chileno Jorge Edwards y al argentino maestro de periodistas Tomás Eloy Martínez. Allí García Márquez, junto con el anfitrión Enrique Santos, hermano del hoy presidente colombiano y también entonces socio del escritor en un emprendimiento periodístico, fue un dedicado y magnífico guía para llegar a todos los rincones y escuchar todos los sones de una ciudad, en la que a una niña enamorada de nombre Sierva María de Todos los Ángeles, su cabellera, viva y de un color de cobre intenso, le creció después de muerta veintidós metros con once centímetros. Esto, según nos lo contó y nos lo hizo creer y disfrutar, el gran Maestro.

* El texto de Danilo Arbilla ha sido publicado originalmente en el diario ABC Color, de Paraguay.

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