Lars von Trier y los mitos del sexo

Miguel Molina Díaz
Barcelona, España

Debo confesar que vi ‘Nymphomaniac’. Debo confesar además que fue la primera vez que vi una película de Lars von Trier. Fue en un cine del Barrio de las Letras de Madrid, a pocas cuadras de la Puerta del Sol. Confieso que soy absolutamente culpable por decidir con alevosía y premeditación ser espectador de una película que hace no tantas décadas habría estado vedada por la censura franquista. Una película que probablemente sea prohibida en varios sitios del mundo actual.

Además -a confesión de parte relevo de pruebas- les diré lo que pienso a riesgo de hacer la peor reseña que se vaya a registrar en la historia de los comentarios sobre cine. Si hay lectores que desean no perder su tiempo deben detenerse aquí.

Lars von Trier arremete con todo. Lleva al público a descubrir los escalofríos entre los gritos ahogados del mundo. Y a encontrar estallidos de pánico que no sabíamos que habitaban en nuestras cuerdas vocales. Es más, quienes deseen que sus vidas sigan su curso normal –insisto– no deben ver la película. Evítenlo a toda costa. Si cometen el error de acudir al cine, Lars von Trier no tendrá compasión de ustedes. Les llevará a lugares del inconsciente jamás imaginados. Lugares en los que estarán desnudos y serán totalmente vulnerables. Lars von Trier sacará sus fantasmas.

En mi opinión dos son los temas cruciales por los cuales la película es una propuesta interesante y audaz. El primero, y el abordado más exhaustivamente, es la declaración de guerra a los mitos sobre la sexualidad. Nadie ni nada se salva. Lars von Trier los ataca a todos: a quienes practican el sexo puro, a quienes se masturban, a quienes no se masturban, a los abstemios, a los vírgenes, a los adictos al sexo, a los que piensan en el sexo como territorio de Dios, a los que buscan el sexo con amor, a los que lucran del sexo, a los sadomasoquistas y a los que prefieren el sexo tranquilo y despacio, a los sexólogos, a los impotentes, los psicólogos de la sexualidad, a los acomplejados del sexo, los que ven en el sexo únicamente placer, los que experimentan con el dolor en la búsqueda del gozo, los que juzgan a los demás por su forma de ver y vivir el sexo y, sobre todo, a los mitólogos del sexo. A estos últimos sí que los destroza.

No me atrevería a afirmar que ‘Nymphomaniac’ asume una postura acerca de la sexualidad. Las destruye todas exponiéndolas a sus reflejos en el espejo. El director se limita a demostrar como cada mito y cada teoría encuentra en sí misma su contradicción y su antídoto. Las verdades se desmontan, incluso cuando el espectador piensa que ya la caída no puede ser más profunda. Pero lo es. La cultura del mundo Occidental, armado indudablemente sobre los mitos alrededor de la sexualidad (de la mujer, principalmente), es herido de muerte por Lars von Trier.

Y para que pueda cerrarse esa trama en la cual nada queda en pie, la muerte de Dios se presenta como un recordatorio nietzcheano de la orfandad de este mundo. Este es el segundo gran tema. Una orfandad muy parecida a la soledad y a la decadencia. Una muerte (¿acaso suicidio?) de Dios que desbarata el más grande de los mitos: la pureza o inocencia del que se abstiene. El humano es un ser profundamente sexual.

Quienes –por la nitidez de ciertas escenas– piensan que se trata de una película pornográfica, se equivocan estruendosamente. Hay escenas de erotismo sublime en ciertos paisajes y ciertos silencios de fotografía perfecta. El tema de la película es el vacío que rodea al sexo. Un vacío que hemos llenado con mitos y teorías que al final del día no son sino más inventos de este género humano que todo lo teoriza en su afán por comprender lo inexplicable.

Si al leer esto alguno de ustedes se interesa en la película de Lars von Trier debe olvidar mis palabras. No tienen relevancia. La película, por el contrario, la tiene. Sea por su controversia, sea por su carencia o exceso de sensibilidad, o por lo que sea, es fuerte. Si es valiente, véala. Tal vez, después se sentarse en el cine y ver ‘Nymphomaniac’, usted quiera hacer una confesión sórdida sobre sus fantasías y deseos. Y si es así, confiéselo todo.

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