La Violencia y la Condición Humana

Víctor Cabezas

Víctor Cabezas
Quito, Ecuador

Cuando pensamos en violencia, seguramente viene a nuestra mente un cúmulo de sucesos de agresión física y verbal destinados a lesionar la integridad física o psíquica de una persona. Generalmente observamos el fenómeno de la violencia dentro de un espectro visible, comprensible y cuyos responsables son identificables.

Johan Galtung, importante sociólogo y profesor universitario, ha desarrollado una de las teorías más importantes para el entendimiento de las interacciones de violencia y su rol dentro de la sociedad. Dentro de sus investigaciones, consta el denominado “triángulo de la violencia”,  esta teoría presenta una dinámica a través de la cual se observa la presencia de más de un tipo de violencia dentro de conflictos sociales. Según la teoría de Galtung, la violencia directa, en su forma tradicionalmente concebida -un golpe, un balazo o un insulto- es tan solo una de las aristas a través de las cuales la violencia se puede manifestar en la sociedad. En este sentido,  la foto de la violencia se asemeja mucho a un iceberg donde lo que vemos es apenas parte del complejo organismo sobre el cual se manifiesta. Para explicar su teoría, Galtung dibuja un triángulo en cuyos vértices yacen las tres principales formas de violencia que el ha identificado, a través de sus investigaciones. En el primer vértice observamos a la violencia directa, la forma tradicional de observancia de agresión física o psíquica, el golpe o el insulto.

A través de las líneas del triángulo, Galtung trasciende hacia la violencia de tipo estructural, esta se centra en la configuración de un sistema invisible, abstracto e intangible, orquestado por el Gobierno y/o los grupos de poder con el objeto de negar y objetar  la satisfacción de las necesidades de los grupos sociales. Pensemos en violencia estructural cuando el Estado está diseñado de tal forma que privilegia a cierto grupo social frente a otro, un Estado que fomenta la desigualdad social, un sistema de salud deficiente, instituciones democráticas discriminatorias, toda una estructura diseñada para invisibilizar las necesidades de los distintos grupos sociales son formas de violencia estructural. Aunque dentro de la violencia estructural no exista una manifestación física de agresión, esta violencia es la gran generadora de conflictos dentro de las sociedades, el inconformismo social, la falta de Gobernanza y un sistema diseñado para privilegiar intereses sectarios terminan por ser tan catastróficos como el balazo, el golpe o el insulto.

Finalmente, Galtung expone la última forma de manifestación de la violencia, la violencia cultural. Pensemos en el lenguaje. Cuan seguido -y sin necesariamente desearlo- usamos palabras que aluden a grupos sexuales minoritarios como insultos; recordemos la infancia en las jugueterías donde el sistema y la cultura iba tejiendo el abanico de posibilidades que el niño o la niña tenía para definir su identidad sexual; desde la llamada “viveza criolla”-y nuestra condición cultural de pensar que siempre hay una salida por la tangente- hasta las canciones más sucias y lascivas para la integridad y dignidad de la mujer, que no son fruto aislado de la calentura de un cantautor y la efervescencia de la adolescencia, sino el resultado de un proceso sistemático de violencia cultural de género. Todas estas son formas de violencia cultural, se encuentra inscrita en nuestra más intima forma de relacionarnos y se torna imposible de combatir porque eso significaría combatirnos a nosotros mismos.

Es muy importante mencionar que Johan Galtung articula el triángulo de la violencia como un círculo de mutua dependencia y causalidad. Es decir, la violencia cultural no existe aisladamente sino que fundamente a la violencia estructural y esta a su vez genera violencia directa -esta lógica de funcionamiento es totalmente desorganizada y caótica, no responde a una dinámica de orden como se presenta para ilustrar al lector-.

Contrario a lo que se creería, en general la violencia directa es la más fácil de erradicar por el simple hecho de que los actores son visibles e identificables, sin embargo la violencia cultural y estructural son parte de un sistema intangible, invisible y -en cierta medida- intransgreidble, ergo se tornan prácticamente imbatibles.

Estoy convencido de que todos los esfuerzos deben ser hechos para armonizar la  convivencia humana y reducir los focos de violencia. No obstante no puedo dejar de plantear al lector la siguiente duda. La violencia nace en esencia de la cultura y esta a su vez responde tanto a un proceso histórico como un sumario de construcción y determinación de nuestra propia identidad, siendo la violencia cultural la más difícil de combatir y siendo la cultura nuestros más profundos rasgos de identidad, es la violencia inherente al ser humano? Combatir al violencia es, intrinsecamente, combatir las señales de identidad y personalidad del humano?

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