Tiembla el Mercosur

Danilo Arbilla
Montevideo, Uruguay

El 5 y el 26 de octubre próximos habrá elecciones en Brasil y Uruguay, respectivamente.

Hace seis meses se daba por hecho que en ambos actos se ratificaría la continuidad, a través del triunfo de los partidos izquierdistas PT brasileño con la reelección de la presidente Dilma Rousseff, y del Frente Amplio uruguayo con la vuelta del expresidente Tabaré Vázquez, bajo cuyo liderazgo la izquierda asumió el gobierno, por primera vez en el Uruguay, en el 2005.

En los últimos 60 días, empero, la cosas han cambiado y les tiembla el piso a los hasta ayer favoritos. La victorias oficialistas ya no están tan seguras y, si se dan, no lo serán contundentes.

En Brasil, la corrupción y un cierto estancamiento de la economía, más alguna incidencia negativa del fracaso del Mundial (incluidos los 7 goles de Alemania), erosionaron la imagen del Gobierno, llegándose a estimar que Dilma no ganaría en primera vuelta. Pero no más que eso.

Fue la imprevista muerte del candidato socialista Eduardo Campos, y la nominación en su lugar de su compañera de fórmula, la ecologista Marina Silva, lo que provocó el terremoto; el gran cambio. Las encuestas se dieron vuelta: Dilma cayó del 39% al 34% para la primera vuelta, y los socialistas con Silva a la cabeza treparon al segundo lugar y pasaron del 9 al 29%. Y ese no es el peor dato para Dilma, Lula y el PT: las encuestas dicen que en una segunda vuelta Silva (45%) vencería a Rousseff (36%).

Un vuelco parecido se ha dado en Uruguay. Ha surgido un candidato imprevisto, pero esperado o deseado por lo que dicen los muestreos, que le movió las bases al oficialismo. Se trata del joven diputado Luis Lacalle Pou (41), hijo el expresidentes Luis Alberto Lacalle (1990-1995), quien emerge como el candidato presidencial del Partido Nacional (Blanco), tras sus elecciones internas.

Y el panorama cambió. El Frente Amplio no estaba en su mejor momento y se pensaba que no ganaría en primera vuelta, pero las encuestas, hasta cuatro meses atrás, le asignaban un porcentaje que superaba al de los restantes partidos sumados (Blanco, Colorado e Independiente ) lo que aseguraba el triunfo en un eventual balotaje.

Pero hoy ya no es así, el FA comenzó a caer y los blancos a subir. La última encuesta de mediados de agosto de la empresa Cifra, una de las más acreditadas, ubica a Tabaré Vázquez (FA) con un 41%, a Lacalle con el 32% y a Pedro Bordaberry del Partido Colorado con el 15%, lo que implica que los dos partidos históricos superarían cómodamente a la izquierda. Los independientes treparon a un 4%.

Con estas cifras se da por seguro que el Frente no contará con mayorías parlamentarias y que la presidencia se decidirá en una segunda vuelta (30 de noviembre), en la que, según las proyecciones, Vázquez apenas ganaría a Lacalle con menos del 3% de diferencia. Y esto sin imprevistos extras: una acentuación de las tendencias negativas para la izquierda, por ejemplo, o el efecto que podría tener un mal resultado para el PT en las elecciones brasileñas.

Mientras tanto, Cristina Kirchner en Argentina también se bambolea. No tan acuciada por las elecciones, que serán recién el año que viene, son la corrupción y la situación económica las que le quitan estabilidad. Las cifras y estimaciones –inflación, PBI, empleo, reservas– cada vez son peores, más un dólar que se desboca y un movimiento sindical muy nervioso (el pasado miércoles hubo un paro general). Y no todo se lo puede cargar a “los fondos buitres”. Sin duda no le va a ser fácil digitar al candidato de su partido (no puede ser reelecta), tema que para ella es clave, por cuanto debería ser una persona muy de su confianza y que le dé garantías de “protección” cuando tenga que volver a llano.

Más que turbulencias, los gobiernos progresistas del desacreditado Mercosur se encuentran en un tembladeral.

Lo mismo, como es sabido, pasa con Venezuela, miembro añadido a la institución. Y a Bolivia, que tiene elecciones el 12 de octubre, no la incluimos porque es un país no asociado plenamente al Mercosur y porque allí sí todo está previsto y acomodado: ganará Evo Morales –quien no podía ser candidato a un tercer periodo porque la Constitución lo prohíbe–, utilizando todo el poder del Estado, frente a una oposición a la que, además, su gobierno le ha vetado más de la tercera parte de los candidatos.

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