Hijos de la Historia

Juan Carlos Díaz-Granados Martínez
Guayaquil, Ecuador

Deambulando por Marsella nos llamó la atención la majestuosidad de un edificio blanco. En la parte exterior mostraba grandes anclas y una campana de buceo. Mi esposa y yo nos detuvimos para descifrar el letrero. Leímos que era la Cámara de Comercio e Industria (CCI) de Marsella-Provenza. Pensamos que era imposible que un gremio tuviera su sede en una edificación tan señorial. Decidimos ingresar para satisfacer nuestra curiosidad. En la planta baja encontramos una rueda de negocios en desarrollo combinada con la exhibición de productos.

Descubrimos que la CCI fue fundada en 1.599 para defender los intereses del comercio y del puerto más importante de Provenza y del Mediterráneo. Tercero en importancia en Europa. Fue la primera Cámara de Comercio que se constituyó en el mundo. Y como una forma de demostrar el poder de la actividad, los comerciantes decidieron en 1.860 construir el palacio de La Bourse, que es el edificio al que entramos. Su interior se encuentra decorado con elementos alusivos al comercio internacional y alberga al museo de la Marina.   En la exposición contemplamos cuadros de embarcaciones y equipos de submarinismo que abarcan diferentes épocas. La CCI administra el aeropuerto de Marsella-Marignane desde el año 1934 y está dedicada a servir a las 73,600 empresas que apoyan su misión.

La ciudad no permite que los marselleses olviden orígenes marineros que datan desde el año 600 A.C.. El museo de la CCI me hizo recordar la tradición comercial que Guayaquil ostenta desde la época de la colonia. Especialmente como puerto y astillero naval. Hoy es uno de los ocho puertos más importantes de la región, aunque pareciera que lo hemos olvidado. Las alcaldías de León Febres Cordero y Jaime Nebot recuperaron el orgullo de ser guayaquileño, pero no siento que las nuevas generaciones reaccionaron cuando el gobierno central intentó limitar el puerto de Guayaquil al cabotaje y turismo, desoyendo el pragmatismo y siglos de historia de comercio marítimo.

¿Qué hubiera sucedido si el gobierno central francés plantease lo mismo a Marsella? Una ciudad que recuerda su estirpe naval en cada rincón. Seguramente se habría generado una de aquellas protestas masivas que aterrorizan al Estado francés. Eso no sucedió en Guayaquil. Probablemente porque estamos inmersos en el comercio. Otras ciudades del Ecuador, con menor tradición mercantil, enviaron a sus hijos a estudiar a universidades del exterior carreras desvinculadas al comercio. Los resultados se notan en el actuar de los funcionarios gubernamentales. Se debaten algunos temas de mayor trascendencia y otros son aberraciones. Somos hijos de un padre comerciante y una madre intelectual. Pronto veremos los resultados de esa concepción. Esperemos sean positivos. Hasta eso, las instituciones y el empresariado guayaquileño son responsables de fomentar más espacios que rememoren nuestro acervo, para preservar el futuro económico de la urbe.

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