Amanecerá y veremos

María Fernanda Egas
Miami, Estados Unidos

Habían pasado apenas cuatro meses desde la caída del Muro de Berlín, el 9 de noviembre de 1989. Era yo una estudiante de intercambio en la que aún se denominaba Alemania Occidental. La caída del muro había dejado muchos cabos sueltos, como el estatus de una extranjera que había entrado por Stuttgart, el lado occidental y pretendía visitar el lado oriental. Los controles fronterizos no habían sido totalmente eliminados. No había nada escrito. La reunificación recién se daría el 3 de octubre de 1990.

La impresión de empezar a transitar un mundo en sepia, habiendo disfrutado hasta entonces del tecnicolor, es imborrable. La Catedral de Dresden permanecía intacta, tal cual como fue bombardeada. Vería tanto ahí como en Berlín Oriental que permanecían intimidatoriamente los huecos de las balas en las paredes y ventanas de los edificios sepia. El carro más popular de la RDA era un Travant, más conocido como “Travi”. El de la familia occidental que acompañaba, un Mercedes Benz.

Han pasado ya 25 años de esos dramáticos contrastes y el mundo ha celebrado una vez más la caída de un muro vergonzoso que dividió por 40 años a un mismo país. Por intentar cruzarlo perdieron la vida cerca de 400 personas. Se han expiado muchas culpas, quizás no todas.

El último jefe del Estado y del partido de la ortodoxia germano-oriental Erich Honecker fue sobreseído por razones de salud y murió exiliado en Chile. El secretario general del Partido Socialista Unificado, Egon Krenz agotó los recursos contra lo que llamó “justicia de vencedores” y fue a prisión. Otro fue a prisión por fraude electoral. Los procesos por las muertes del muro alcanzaron a más de 50 exmandos de la RDA, en distintos grados de jerarquía, mientras que carreras de algunos políticos quedaron manchadas por su colaboración pasada con la Stasi. Miles de ciudadanos, catedráticos o funcionarios perdieron sus puestos por haber sido confidentes de la temida policía secreta del régimen. (EFE/9/11/2014)

Esa policía secreta al servicio de un estado de hipervigilancia en Ecuador, ha provocado que no sin razón, muchos evoquen la trama de un colaboracionista de la RDA en la película “La Vida de los Otros”, de Florian Henckel von Donnersmarck. ¿Cómo se relacionarían estas dos realidades atemporales? La clave estaría en la “asesoría en seguridad” o el elíxir del gobierno eterno que brindan al gobierno actual los ideólogos de La Habana.

Desde principios de los sesentas, el servicio de inteligencia de la ex Alemania Oriental, Stasi, cooperó intensamente con el Servicio Secreto cubano, instruyéndolo en varias técnicas como grabaciones telefónicas, torturas, infiltraciones, en general, la construcción de una sociedad represiva. Los archivos de esta cooperación que duró hasta después de 1990 han sido recolectados en la central de archivos ‘Gauck Behörde’ en Berlín. (Department for Latin America Pax Christi Netherlands)

Las evidencias de la colaboración de los agentes de la isla con los de la Stasi datan desde 1972, cuando el entonces Ministro del Interior de Cuba se dirigió en una misiva al Ministro de la Stasi, Erich Mielke, anunciando la llegada de dos especialistas “en micrófono y fotografía” en contra-espionaje para trabajar en control en hoteles, playas y centros de recreación de La Habana y Matanzas. En octubre de 1983 firmarían en Berlín un acuerdo entre el Ministerio para la Seguridad del Estado de la RDA y el Ministerio del Interior de la República de Cuba, de acuerdo a documentos publicados por Jorge L. García Vásquez (Stasi-Minint Connection)

García Vásquez era un traductor cubano en la RDA que intentó ayudar a desertar a un músico cubano en la Embajada americana. Acabó siendo deportado él, mientras el músico logró desertar en Canadá. Explica que a raíz de la publicación en 2002 del informe de Staadt, Ehlert y Voigt, de la Universidad Libre (FU-Berlin) del Centro de Investigaciones de la Dictadura del Partido Socialista de la R.D.A, solicitó acceso a los archivos desclasificados de la Stasi y logró demostrar que lo que sostiene en el poder al Partido Comunista en Cuba es la maquinaria represiva adiestrada por más de dos décadas por la Stasi y otros cuerpos represivos de Europa Oriental. “Solo cuando conozcamos los métodos utilizados por la Policía Política, vamos a entender el sufrimiento de las víctimas y el verdadero rostro del comunismo, el cual intenta renacer nuevamente, detrás de una fachada romántica: el Socialismo del Siglo XXI»

La propia canciller Angela Merkel, oriunda de la ex RDA, dijo durante las celebraciones de este 9 de noviembre sobre esa Alemania que ella conoció: “Cuando un Estado se fundamenta en la violación de las libertades y derechos fundamentales, qué otra cosa menos un estado de Derecho puede ser”.

Hace 10 años pude volver a Berlín, donde la reunificación ya había obrado su transformación en una ciudad muy vibrante y cosmopolita, que se niega a olvidar el pasado para exaltar su presente. El tecnicolor había transformado casi la totalidad de la que se convirtió en la capital de Alemania, dejando salvedades en sepia para el recuerdo.

Aquél muro que dividió a una nación durante 40 años sigue representando a tantos muros en el mundo, infelizmente, uno que también se ha levantado en el Ecuador como aberrante herencia de la escuela de la Stasi. Un muro de familias separadas entre colaboracionistas del régimen y quienes no comulgan con sus deleznables métodos de opresión para perpetuarse en el poder.

En este noviembre que el mundo recuerda cómo el muro en Alemania cayó impulsado por protestas masivas y consecutivas, en Ecuador se anuncia una nueva gran movilización nacional que demuestra que la población va despertando del gran letargo del Socialismo Siglo XXI.

Los colaboracionistas en Ecuador apuestan a una reelección indefinida no solo como una forma de asegurar su permanencia en el rol de pagos del Estado, sino, en algunos casos, incluso como una garantía para conservar su impunidad. Amanecerá y veremos.

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