Un solo grito

Juan Carlos Díaz-Granados Martínez
Guayaquil, Ecuador

No deja de impresionar la ambición del pueblo de los Estados Unidos de América. Si alguien conduce un buen vehículo, el sentimiento que despierta en sus ciudadanos es el de trabajar para conseguir uno similar o el de emular los pasos de quien haya hecho el suficiente dinero para poder obtenerlo. Aquí, en cambio, nos damos el lujo de castigar la riqueza. Queremos ponerle topes a los sueldos, las utilidades y a las importaciones del sector privado (no a las del sector público). Nos olvidamos que esas cosas crean empleos y circulante para dinamizar la economía. El anhelo es que todos seamos pobres. Solamente perdonamos el enriquecimiento injustificado de ciertas personas. Es un enfoque egoísta que trata de asegurar recursos para el gasto populista, dejando de lado el crecimiento del país.

Los gobiernos deberían promover la libertad. En todo sentido. Libertad de expresión, de mercado, para competir, etcétera.

Nadie menciona la opción de reducir el gasto corriente del erario para enfrentar la caída del precio del petróleo. Preferimos cobrar nuevos impuestos. Prima lo dogmático sobre lo pragmático. Se concentran en recaudar contribuciones o “regalías” a los más grandes, sin tomar en consideración que estamos matando el emprendimiento de los más pequeños, el mercado de valores, la banca, las sociedades y todo tipo de modalidad de obtención de capital de riesgo que le permita a un joven generar innovación y nuevos negocios. Sería preferible cobrarle a un mayor número de empresas menos tributos, pero hacer volumen, logrando un total superior.

Los comerciantes somos optimistas. Tenemos que serlo. Trabajamos de diez a doce horas diarias. Respondemos a responsabilidades patronales y tributarias que se castigan con penas de cárcel. Buscamos vender más. Convencer a nuestros clientes. Sería mejor comenzar un 2015 en un ambiente en el que el gobierno nos apoye, para que juntos podemos salir adelante. Los empresarios, sin el puntal del gobierno, tenemos la mitad de la batalla perdida y viceversa. Es hora de aprovechar nuestros recursos y sacar al país adelante sin depender del petróleo o administrándolo mejor. Somos un solo pueblo, como cuando juega la selección.

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