De Hitler a Kim Jong-un

Jesús Ruiz Nestosa
Salamanca, España

A raíz de una película, una comedia que no lo toma muy en serio, el niñato treintañero que tiraniza Corea del Norte amenazó con terribles represalias no solo a la compañía que la produjo, Sony, sino incluso a los Estados Unidos de América.

El cruel déspota Kim Jong-un, que heredó el poder de su padre y este a su vez de su abuelo, lanzó su ira furibunda contra el país y contra su presidente, Barack Obama, al que calificó de “mono en una selva”. Mientras, él se hace llamar por sus súbditos, no sus ciudadanos, “Querido Líder” o bien “Brillante Camarada”. Claro que a su abuelo lo llaman “Presidente Eterno de la República”, y cuando hablan de él, es como si nunca hubiese muerto. Su sucesor, su hijo, es conocido como “Querido Líder” o “Gran Dirigente” y en la Constitución del país (no me atrevo a llamarlo república) lo tratan de “Líder Supremo”. Todos estos términos me estremecen porque me traen dolorosos recuerdos. Es que todos los dictadores, no importa del signo que sean, poseen una egolatría superlativa que debe ser halagada continuamente. Son ególatras, egocéntricos y vanidosos aunque afectan falsa modestia.

La ira de este dictadorzuelo de treinta años se debe a que Hollywood decidió hacer una comedia, “La Entrevista” (The Interview) en la que dos periodistas de un programa de televisión de pronto se ven presionados por la CIA para viajar a Pyongyang y matar a Kim Jong-un. Su petulancia no permite que nadie se ría de él, ni siquiera en las comedias comerciales de Hollywood, por lo que lanzó un ataque cibernético contra Sony dejando al descubierto miles de documentos privados de la compañía y su sistema informático paralizado.

Corea del Norte debe ser el último país que sigue aplicando los principios del estalinismo que incluso en Rusia han dejado de tener vigencia hace varias décadas, posiblemente desde que murió este personaje y su cadáver, expuesto en los primeros tiempos en la Plaza Roja de Moscú, lo mandaron de paseo vaya uno a saber dónde. De él no quedó rastro a no ser los centenares de cementerios y de fosas comunes anónimas en donde enterró a sus enemigos muertos por millones.

Kim Jong-un no se queda atrás. A los pocos días de asumir el poder supremo, pensando que su tío Jang Song-thaek -que ocupaba un alto cargo dentro del gobierno- podría molestarle en el manejo de sus negocios, hizo que lo acusaran de conspirar contra su persona y fue condenado a muerte: lo tiraron desnudo a una jauría de perros hambrientos que lo devoraron.

A comienzos de este año, la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas dio a conocer un informe en el que se detallan las “detenciones arbitrarias y prolongadas, torturas, ejecuciones sumarias, desapariciones, violaciones y abortos forzados, efectuados en buena parte en los campos de detención de presos políticos, conocidos como kwanliso, en los que hay actualmente entre 80.000 y 120.000 presos”. Al lado de esta locura asesina, la locura cotidiana: ningún norcoreano puede llevar el mismo nombre del “Brillante Camarada” y también se ha prohibido que nadie lleve su mismo corte de pelo.

Volviendo a la película, no creo que sea nada extraordinario, comenzando por los actores que la protagonizan. Pero ante la caricatura satírica de un dictador cruel, petulante y vanidoso como este, es imposible dejar de pensar en aquella otra sátira magistral que ridiculizó a Hitler al que se enfrenta un pequeño barbero judío: “El Gran Dictador” (1940), en la que Charles Chaplin interpreta ambos papeles además de dirigirla. Entonces también llovieron presiones y amenazas, a lo que este pequeño gran hombre respondió: “La voy a proyectar ante el público, aunque tenga que comprarme o mandarme construir un teatro para ello, y aunque el único espectador de la sala sea yo”. Cuando eso Hitler era el hombre más poderoso de la tierra y no un fantoche ridículo como este “brillante camarada”.
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Jesús Ruiz Nestosa es periodista paraguayo. Su texto ha sido publicado originalmente en el diario ABC Color de Paraguay.

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