¿Quién le teme a la libertad de expresión?

Susana González
Guayaquil, Ecuador

Es trágico, pero al mismo tiempo paradójico: las víctimas de esta era global de la información son los periodistas. Así lo demuestra la masacre ocurrida en París contra los caricaturistas y redactores del semanario Charlie Hebdo, los degollamientos a corresponsales extranjeros por parte del grupo Isis, los asesinatos a reporteros en México y los cientos de actos violentos, juicios penales e intimidaciones de todo tipo contra comunicadores alrededor del mundo. Ecuador no escapa a esta ola de irreflexión e intolerancia. Según Fundamedios, el 2014 cerró con el penoso récord de ser el año con más agresiones a la libertad de expresión, un total de 253.

Es paradójico que en una época en que la información puede circular más libre que nunca, donde los avances tecnológicos permiten conocer en cuestión de segundos lo que ocurre a miles de kilómetros de distancia y cuando por fin las instituciones y funcionarios públicos son objeto de verdadero escrutinio por parte de la ciudadanía, es cuando más se agudiza la ira de grupos violentos y líderes políticos en su afán de acallar las voces críticas.

Muchas personas creen que el uso de la libertad no debe ser una justificación para ridiculizar creencias o personas. Entonces, ¿cuáles son los límites de la libertad de expresión? Stéphane Charbonier, director de Charlie Hebdo, asesinado el pasado miércoles, hizo un razonamiento al respecto: “Si nos planteamos la cuestión de si tenemos derecho a dibujar o no a Mahoma, de si es peligroso o no hacerlo, la cuestión que vendrá después será si podemos representar a los musulmanes en el periódico, y después nos preguntaremos si podemos sacar seres humanos… Y al final, no sacaremos nada más, y el puñado de extremistas que se agitan en el mundo y en Francia habrán ganado”.

Lo ocurrido con los caricaturistas de Charlie Hebdo no es un simple acto terrorista. Es ante todo un acto de poder. El mensaje de los extremistas es claro: quien no se alinea, debe morir. Y en una era donde la información circula libremente a grandes velocidades, los actos de intimidación deben ser mediáticos. Es una estrategia de amedrentamiento, donde medios y periodistas sacan la peor parte.

Pero lo que ocurre en Ecuador también es una política para sembrar el miedo. Cada sábado, en televisión abierta, el Presidente de la República sentencia quién es su enemigo y contra quién deben dirigirse las retaliaciones. Los resultados de esta estrategia también se pueden observar. Emilio Palacio fue atacado con huevos en una audiencia por el caso El Universo y luego se vio forzado a exiliarse en Estados Unidos, Fernando Villavicencio fue víctima de un polémico allanamiento a su domicilio y actualmente está en la clandestinidad, los dueños de diario El Comercio prefirieron vender sus activos, mientras todos los medios piensan más de una vez antes de publicar cualquier tipo de nota referente al gobierno.

Finalmente, guardando las distancias, ¿qué diferencia existe entre un extremista llamando a atentar contra occidente y un mandatario que muestra públicamente la foto de un periodista y lo acusa de “enfermo”, “sicario de tinta”, “canalla” o “mentiroso” o rompiendo un diario y pidiendo a sus simpatizantes actuar en defensa del gobierno?

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