¿Ecuador ya cambió?

Héctor Yépez Martínez
Guayaquil, Ecuador

Primero desterraron del aire a periodistas
cuya dura palabra los tornó en anatemas.
Después arremetieron a diario con cadenas
en la tele y la radio, en furor proselitista.

Vinieron de la izquierda –así decía la lista–
a apagar todo intento al derecho de protesta
y enjuiciar por derecha al pueblo que manifiesta,
justo o no, su desaire al que acusan terrorista.

Hicieron carreteras, escuelas y hospitales,
y nos cobraron, cara, la tasa del silencio;
mas muchos nos rehusamos a pagar ese precio,
que a unos ha costado exilio en matorrales.

Sueñan, autoritarios, con controlarlo todo:
canales, Lunes Sexy, memes, sueldos, cocinas…
Si el sueño no se cumple, disparan sabatinas,
solapan los errores y al resto lanzan lodo.

Imponen por la fuerza su guión de propaganda.
Anhelan democracia sin voz ni autonomías.
Suben impuestos para aguantar la economía;
que si el petróleo baja, el milagro ya no anda.

Oponerse a la eterna reelección es burgués,
pero antes defendían, sabios, la alternancia.
Modulan el discurso, con hábil necromancia,
para ajustarlo todo al servicio del poder.

«Ecuador ha cambiado», día a día predican.
Es verdad en ciertas cosas. En otras, sin embargo,
gobiernan con los viejos compadres del letargo
de esa partidocracia que acogen y critican.

Al menos por mi lado: nunca más el pasado,
pero tampoco el régimen sordo del presente.
Vivir tranquila y libre se merece la gente:
con trabajo y justicia, sin rings ni iluminados.

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