Reyes y dictadores por la gracia de Dios

Alberto Molina

Alberto Molina
Quito, Ecuador

Jacques Bossuet (1627-1704) fue un destacado clérigo e intelectual francés; defensor de la teoría del origen divino del poder para justificar el absolutismo de Luis XIV. En su obra póstuma “La política según las Sagradas Escrituras” (1709), señala: “Dios estableció a los reyes como sus ministros y reina a través de ellos sobre los pueblos (…).

Los príncipes actúan como los ministros de Dios y sus lugartenientes en la tierra. Por medio de ellos Dios ejercita su imperio. Por ello el trono real no es el trono de un hombre sino el de Dios mismo.

Se desprende de todo ello que la persona del rey es sagrada y que atentar contra ella es un sacrilegio”.

El absolutismo no muere con la Revolución Francesa; los dictadores renacen en cualquier tiempo y en cualquier parte de la tierra. El ejemplo del ser providencial enviado por Dios a la tierra tenemos en Hitler, en varios de sus discursos se refería a su origen divino:

En el Reichstag (Parlamento), el 20 de febrero de 1938: “La providencia ha previsto que yo sea el libertador más grande de la humanidad…

El dogma del sufrimiento y de la muerte de un Divino Salvador será sustituido por el de la vida y la actitud representativa del nuevo legislador y Führer (Jefe supremo y absoluto), que libera a la masa de fieles de la carga de la decisión…”.

En Munich, el 8 de septiembre de 1938: “Tengo también la convicción y el sentimiento seguro de que no me puede pasar nada porque se que la Providencia me ha previsto para que cumpla mi deber”.

En el Reichstag, el 11 de diciembre de 1941: “Si la providencia ha querido que al pueblo alemán no se le pueda ahorrar esta lucha, entonces le quiero agradecer que me haya confiado la dirección de esta lucha histórica, que para los próximos 500 ó 1 000 años forjará decididamente no sólo nuestra historia alemana, sino la historia de Europa y hasta la del mundo entero… El Creador nos ha encargado una visión histórica de amplitud jamás vista…”.

El diario “Die Gegenwart”, el 1 de agosto de 1951, en su editorial dice: “Hitler no hubiera podido causar el daño que ocasionó si no hubiera poseído una capacidad extraordinaria de sugestionar y engañar a la gente. Esto es lo sorprendente, que existan personas tan perversas que, bajo la apariencia de lo divino, y con el adorno de la sonrisa, las lágrimas y el lenguaje aparente del corazón, sepan captar la simpatía y la voluntad de los demás para conducirles a la hecatombe. Hitler supo despertar los sentimientos más idealistas en la juventud pulsando los resortes psicológicos que mueven al hombre. Supo ser amable y atractivo en el momento preciso, entregándose con vehemencia y pasión a construir, como un artista, el sueño de una nueva y brillante Alemanía. Fue capaz de experimentar grandes sentimientos o, por lo menos, supo simularlos, para conseguir sus fines. Y a menudo el corazón se le desbordaba inundando de grandes proyectos y sublimes intenciones. Por eso llegó a ser lo que efectivamente fue: Hitler”.

En Latinoamérica estamos viendo una restauración fascista, con gobernantes que se creen providenciales.

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