El Cambio

Maríasol Pons
Guayaquil, Ecuador

La Real Academia de la Lengua define el verbo cambiar así: “Dejar una cosa o situación para tomar otra”. El cambio puede ser una fuerza llena de esperanza que moviliza a cualquiera que busca mejoramiento -aunque no lo consiga. Las ganas no son suficientes, hay que lograrlo con acciones concretas. Su contexto es tan amplio como las posibilidades infinitas del universo.

No por nada el cambio es lo que más se ofrece a la humanidad, esa posibilidad de orientar la existencia hacia una mejor experiencia. Qué trillado es cuando viene un político y ofrece el “cambio”, o una compañía que ofrece un producto o un servicio que “cambiará nuestras vidas”. Casi enseguida asocio demagogia con esa oferta pues nos prometen -y prometemos- cambio constantemente con mucha ligereza. En política, la oferta de cambio es poco original pero efectiva. La promesa de cambio fue lo que llevó a Barack Obama a la presidencia de Estados Unidos, justamente porque los americanos buscaban un cambio y él supo prometerlo. Sus discursos probaron ser mucho más efectivos que sus acciones, habla lindo con un contenido esperanzador que queda en el aire cuando deja el podio y cumple muy pocas de sus ambiciosas promesas -como la de cerrar la prisión de Guantánamo dentro de un año de posesionarse como presidente.

Quizás la saturación que pudiere haber de la oferta de cambio no es al cambio per se sino a quienes lo ofrecen por doquier, a quien regala promesas irresponsablemente como happy pills que prometen curar la pobreza, la injusticia, el conflicto, la dilapidación de recursos públicos, la mediocridad, la frustración, en fin, cualquier cosa que busquemos eliminar de nuestro panorama, es decir, un océano de posibilidades donde no ahondaré. La motivación generada por “el cambio” no está en ninguna otra parte que en el interior de quien la busca. El descontento como paso previo a la sensación de necesitar un cambio abre una ventana de análisis creativo que empodera al ser humano independientemente del resultado final. Ese motor nos lleva a operar en función de aquello que buscamos, convirtiéndose en un nuevo objetivo o prioridad generando, inevitablemente, un cambio.

El Ecuador ha sufrido muchísimos cambios en los últimos años, unos positivos y otros negativos, el balance lo hará cada uno según su punto de vista. Tengo la impresión de que en el presente, los ciudadanos buscan un cambio nuevamente y se manifiestan públicamente. No se lee de otra manera que aún cuando el espacio para protestar es escaso la gente escoja hacerlo. La marcha del 19 de Marzo, el pedido de Consulta Popular que Compromiso Ecuador continúa impulsando, el encuentro de autoridades en Cuenca y su re-encuentro a comer fanesca, las denuncias múltiples de corrupción, la censura, la preocupación por las medidas económicas, etc… hacen que, en general, se percibe un notorio descontento del público. Sería interesante poder explorar la mente colectiva donde se cocina creativamente el análisis que propicia el cambio. Los actores principales irán midiendo siempre las variables y según eso irán tomando decisiones. Cuando el tiempo va más rápido que nunca y las elecciones están cada vez más cerca se precipita aún más la posibilidad del cambio.

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