Las venas abiertas de la Cumbre de las Américas

Andrés López Rivera
Quito, Ecuador

En la V Cumbre de las Américas Hugo Chávez interrumpió el pleno para ofrecer un libro a Barack Obama: Las venas abiertas de América Latina. Su autor, Eduardo Galeano, acaba de fallecer un día después de clausurada la VII Cumbre de las Américas: un (des)encuentro hemisférico en el que los líderes bolivarianos se hicieron eco de su obra en una suerte de in memoriam anticipado.

El venerado ensayo de Galeano aborda novelísticamente la historia de subordinación de América Latina desde la Colonia hasta nuestros tiempos. Después de ser prohibido por las dictaduras militares del subcontinente, se convertiría en un bestseller y un referente – en ciertos casos parecería que el único – de la izquierda latinoamericana. No es casualidad entonces que Chávez lo haya escogido para obsequiárselo a Obama; quizá fue el único libro que encontró en su biblioteca. Y es que los “revolucionarios” del siglo XXI repiten incansablemente las denuncias antimperialistas que vertebran Las venas abiertas

La reciente Cumbre de las Américas no fue la excepción. Los discursos/embestidas de los caudillos bolivarianos rememoraron la retahíla de intervenciones yanquis en nuestros suelos – desde el derrocamiento de Allende hasta la invasión de Panamá en 1989 − y denunciaron su prolongación en la actualidad, en específico la política exterior esquizofrénica de EEUU que partió al eje Cuba-Venezuela en dos, tendiéndole la mano al uno y jalándole las orejas al otro.

Como resultado, la Cumbre se convirtió en un diálogo de sordos y los bolivarianos proclamaron victoria. Y de alguna manera sí salieron victoriosos, en la medida en que lograron convertir el encuentro en un desencuentro − no obstante el apretón de manos entre Obama y Castro. La lógica es simple: mientras más insustanciales e inútiles se conviertan estas cumbres, más fácilmente se precipitará su desaparición.

En este punto surge una pregunta: ¿Acaso la VII Cumbre de las Américas signa la debacle definitiva de la integración hemisférica? La respuesta es no. De un lado, el ALCA no ha muerto sino que se ha metamorfoseado para subsistir fragmentariamente en los TLCs. De otro lado, si bien el sistema interamericano se resquebraja, no se desmoronará a menos que se consoliden exitosamente las nuevas integraciones macro-regionales: la UNASUR y la CELAC (y, con fe bolivariana, el ALBA-TCP).

En su bestseller Galeano se oponía a la integración regional de corte corporativo − en ese entonces la ALALC − al denunciarla como un modelo en el que los países latinoamericanos “integran sus respectivas servidumbres”. Y estaba en lo cierto. Un modelo distinto de integración es necesario para que América Latina deje de ser un archipiélago y se formen posiciones comunes frente a otros bloques geopolíticos. Pero las recientes veleidades integracionistas de la Patria Grande, aunque siguen un modelo distinto, de momento no son prometedoras. Quizá la UNASUR, la CELAC y el ALBA no integren sus respectivas servidumbres, pero sí integran sus respectivas incongruencias e incapacidades.

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