Coincidencias no tan extrañas

Danilo Arbilla
Buenos Aires, Montevideo

La presidenta Cristina Fernández de Kirchner (CFK) acaba de realizar una visita a Moscú, donde firmó acuerdos y se entrevistó con su colega Vladímir Putin. La visita estuvo matizada por una no anunciada visita a Granada, donde la Mandataria, muy crítica de los colonizadores españoles y del propio Cristóbal Colón, se conmovió ante la tumba de los Reyes Católicos, empleadores del genovés. Estos desvíos, o escalas técnicas presidenciales, son muy criticadas aquí y motivo de diferentes especulaciones sobre “qué fue a hacer allí”. También la propia visita a la Federación Rusa fue bastante criticada.

En un editorial dedicado al tema –“Bailando con Vladímir”–, el diario La Nación resaltó que “una vez más, Cristina Kirchner puso de manifiesto cuán cómoda se siente en los diálogos cercanos con los gobiernos autoritarios del mundo . No importa –dice La Nación– si en Rusia se violan los derechos humanos; tampoco si se cercenan dramáticamente las libertades individuales civiles y políticas de sus ciudadanos, ni si se persigue implacablemente a los homosexuales. Menos aún si se encarcela a los políticos opositores…”.

Joaquín Morales Solá, uno de los más reconocidos analistas políticos de Argentina, criticó a CFK por su “… aceptación explicita de que (Argentina) solo tiene dos aliados estratégicos, Rusia y China, y otros dos amigos cercanos, Irán y Venezuela”. “Ninguno de esos países vive en un Estado de derecho, y en todos ellos las libertades públicas están suprimidas, el periodismo libre ha dejado de existir y dirigentes opositores están presos o muertos”, advirtió el analista, quien concluyó que con ello la Presidenta, “en la etapa final de su mandato”, dilapida “el único capital que tenía su gobierno en el exterior: la defensa de los derechos humanos”. Y esto, observa Morales Sola, aunque afuera se crea lo contrario, no es una sorpresa en su país, por cuanto la mentada defensa “se agota en el juzgamiento de lo que pasó hace 40 años”.

Y ciertamente esta “alianza estratégica”, este abrazo entre gobernantes argentinos y rusos a despecho de los derechos humanos y de las libertades civiles y políticas, no debería extrañar a nadie. Bastaría con revisar algunas coincidencias históricas.

Sin duda, el mayor apoyo diplomático al régimen militar argentino, en particular mientras estuvieron al mando los generales Rafael Videla y Roberto Viola, provino de la URSS y sus satélites, y en especial de Cuba y su líder Fidel Castro, quien no solo calló frente a los crímenes de la dictadura argentina, sino que siempre se opuso en la ONU a que su Comisión de DD.HH. condenara e investigara el régimen imperante en la Argentina. Conducta esta, dicho sea al paso, que era recíproca: Videla había ordenado votar en contra de cualquier condena a La Habana por parte de esa comisión internacional.

En 1977, la URSS, en tres oportunidades, votó en contra de la inclusión del caso argentino en la agenda de la Comisión de DD.HH. de la ONU para que esta lo investigara, y cuando finalmente esto ocurrió, en 1981, fue con los votos en contra de la URSS, Rumania y la propia Argentina.

Muchos acuerdos, de variados alcances, se firmaron en esas épocas en que la dictadura militar condecoraba a altos jefes militares soviéticos y en que la URSS se transformó en el principal socio comercial de Argentina: en 1981 el 41,8 % de las exportaciones argentinas tuvieron a la URSS como destino.

Entre tantos acuerdos, vale la pena resaltar uno firmado en 1978, por el cual ambas cancillerías –la soviética y la argentina– debían reunirse para consultarse anualmente antes de las sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas.

Nadie, entonces, dadas las coincidencias, debería extrañarse de estas alianzas estratégicas y de lo que ponen al desnudo en materia de “defensa y respeto de los derechos humanos”.

No deberían existir sorpresas, ni adentro ni afuera, salvo en el caso de aquellos que se hacen que no las ven o por alguna razón no las quieren ver, como ayer ocurría con los “No alineados” y hoy sucede con la OEA, la Unasur, la Celac o el Mercosur.

Pero los hechos son los hechos, digan lo que digan o se les antoje decir en los relatos neopopulistas, bolivarianos y progresistas.

Más relacionadas