El problema del populismo

Mauricio Maldonado Muñoz
París, Francia

Loris Zanatta, profesor de la Universidad de Bolonia, es uno de los más importantes teóricos del populismo latinoamericano y, en todo caso, uno de los que mejor logra captar el fenómeno sin caer en los inconvenientes apasionamientos (y en los absurdos enredos de palabras) en los que lamentablemente han caído otros que se han ocupado del tema.

Se suele decir que el populismo “no es ni de derecha ni de izquierda”, y ante esto Zanatta aclara: el populismo no está sólo en la derecha o en la izquierda. De hecho, ha habido gobiernos neo-populistas que han defendido medidas (así llamadas) neoliberales (v. gr. Menem, Fujimori). Otros que han impulsado medidas sociales que han sido compartidas con políticas y visiones conservadoras (basta pensar en Perón, mucho más si se piensa en el peronismo en general: aquí el fenómeno del populismo se manifiesta en un no articulado conglomerado de tesis del todo diversas, que van sin problema de la derecha a la izquierda, o de lo que queda de ellas).

Todos los populismos giran alrededor de la figura de un líder populista que encarna (mucho más que representa) al pueblo. El populismo, cree Zanatta, es hijo de una concepción religiosa (típicamente colonial). Se presenta, de hecho, como una religión secular. El populismo es la transformación del unanimismo religioso en el unanimismo político y espiritual (representado por el líder). De hecho, aunque el populismo, como la democracia, nace en la sociedad de masas, no se configura por una serie de relaciones sociales, sino por algunas categorías “éticas” que expresan tal inspiración religiosa.

En los populismos, la esfera de los derechos civiles y políticos de los individuos no entra en el campo de prioridad, sino sólo accesoriamente. La “comunidad populista” es, en este sentido, antagonista de la “sociedad liberal”, en tanto tal “comunidad” no se refiere, en sus bases, a presupuestos contractuales y racionales, sino a fundamentos orgánicos que, caracterizando a este tipo de “comunidad”, suponen el rechazo del ideal de sociedad liberal (y, por ende, democrática en sentido moderno: el rechazo de la sociedad liberal-democrática).

Los populismos, con sus líderes a la cabeza, suelen además identificar siempre diversos enemigos: unos externos y otros internos. Según las épocas y según los diversos casos —dice siempre Zanatta— los enemigos externos han sido: el FMI, los Estados Unidos, la masonería, el comunismo, etc., mientras que los enemigos internos son siempre una especie cualquiera de oligarquías: compuestas por los diversos partidos, por los ricos, por los intelectuales, por los medios, etc. Estos enemigos internos son vistos como culpables de haber arrebatado al pueblo la representación, además de que encarnan ideas y modelos de vida extraños a la sociedad. El populismo está basado, en ese sentido, en un afán corporativista, un imaginario holístico con raquíticas instituciones representativas.

Los populismos, según Zanatta, siempre han manifestado una pulsión autoritaria cuando no una vocación totalitaria. Afuera del “pueblo” del populismo está el mal: la enfermedad que ataca al sano cuerpo de la comunidad. De ese modo, para los populistas, el pluralismo es un mal que se busca y se debe evitar. A veces este fenómeno se presenta como antiestatista (Menem, Fujimori), otras veces como contrario a las políticas económicas típicas del liberalismo (Chávez), y así por estilo, pero siempre en modo imperfecto, jamás con políticas claras, siempre en los confines de diversas doctrinas, y siempre alrededor del líder y “en nombre del pueblo”.

Así, el populismo, como religión secular, expresa una serie de categorías, además de que posee (metafóricamente) un verbo, con sus profetas, sus cultos y sus liturgias. Este fenómeno no es exclusivamente latinoamericano, pero es parte “sustancial” de su realidad. América Latina, se puede decir, es tierra fértil para el populismo. Más unos Estados que otros, ciertamente, y más en unas épocas que en otras, pero siempre compartiendo en mayor o menor medida las características reseñadas. No tengo que hacer notar, en este punto, que cualquier observador más o menos imparcial podrá ver que dichas características se presentan hoy en día con mucha fuerza en el Ecuador.

La obra de Zanatta, poco conocida en Ecuador (pero bastante conocida en Argentina, sobre todo por su libro sobre la historia del peronismo), debería sin embargo constituir un referente necesario en nuestros tiempos. Más que todo y más que nunca, para enfrentarnos a estos fenómenos, necesitamos comprenderlos.

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