Paraíso Europa

Alejandro Veiga Expósito
Leeds, Reino Unido

Una delgada mujer se contornea torpemente sobre sus tacones por Albion Street. Medio encorvada, se abraza a sí misma contrayendo la pequeña cartera dorada contra sus pechos. Un viento helado abrasa su pequeño vestido que deja expuesto el color hepático de su piel provocado por los bronceadores de aerosol. A veces, creo que las famosas inyecciones con las que se hormonan para mantener los bronceados tienen como fin desarrollar una capacidad térmica en la piel, con la que logran soportar dentro de esos vestidos el frío que todavía hace en el norte de Inglaterra una mañana a mediados de abril. Es como una inversión de los valores de los X-men. Un niño mantiene la mirada fija en su culo desde la vitrina del McDonald’s. Por un segundo, todo se detiene y olvida por completo su desayuno, mientras su padre mantiene la vista fija en el teléfono, asombrado por la tremenda jeva que se levantó el inútil de la oficina. Se distrae para asegurarse de que el niño haya terminado su fajita chipotle tex-mex, lo observa atónito ante el movimiento del ebrio trasero rubio y sonríe orgulloso. Ve el reloj impaciente, indignado de tener que esperar, porque hasta las once de la mañana no sirven hamburguesas. En la puerta, el hombre que limpiaba los cristales fuma su cigarrillo electronico, agitando con rabia una de sus manos, como si de alguna manera masturbar el telefono lo hiciera funcionar con mayor rapidez.

Creo que es la lentitud con que todo sucede antes de poder beber el primer café de la mañana. No me atrevo por lo caliente que está. Intento beber pequeños sorbos, pero es imposible. Estoy frente al niño en la vitrina de un Café Nero, una de las fieras competencias al monstruo Starbucks. Siempre me he preguntado qué diría Melville. Aquí es imposible encontrar un lugar donde una persona que regenta su propio negocio te sirva un café. “Un bar de los de toda la vida”, dicen taxativamente los inmigrantes españoles. El dolor de cabeza prematinal del adicto al café sólo me permite en un gesto zen ver la televisión: Más de 200 fallecidos en una barca donde viajaban más de 500 inmigrantes en Italia. Reunión extraordinaria de emergencia en Bruselas con todos los dirigentes europeos. Europa no puede darle más la espalda al problema de la inmigración. Es momento de atacarlo y colaborar conjuntamente con los países de cuyas trágicas circunstancias estas personas huyen en busca de un sueño, de una vida mejor. El Primer Ministro Británico David Cameron llega con un semblante que demuestra no sólo su preocupación, sino la seriedad y rigidez que debe tener un gobernante para encontrar las soluciones perfectas en estos momentos de crisis: “Lo que estamos gestionando hoy aquí es una terrible tragedia en el Mediterráneo y este encuentro servirá para salvar vidas. Por supuesto, salvar vidas trae como consecuencia rescatar a estas pobres personas, pero también significa acabar con las mafias y traer estabilidad a la región. Lo que ofreceré hoy será un buque insignia de la Royal Navy junto a tres helicópteros y dos barcos de la marina para patrullar las fronteras, que serán de gran ayuda en las operaciones. Por supuesto, este acuerdo se debe realizar bajo las condiciones adecuadas. Y eso debe incluir que las personas rescatadas sean trasladadas al país más seguro -que posiblemente será Italia- y que no tengan la posibilidad de reclamar asilo en el Reino Unido…” (Ver vídeo). Ahora, una pausa comercial.

Inclino la cabeza como los perros. Creo que lo hago cada vez que me siento en las fronteras de la ficción, del esperpento. Me vuelvo a quemar con el café e inmediatamente llega mi pareja con su sonrisa agotada. Siempre la mantiene cuando termina los turnos dobles en el hotel. Las noches a veces son largas esterilizando pasillos. Me cuenta que hoy comenzó en el trabajo una chica polaca con un inglés exquisito y que también se graduó de Historia en la universidad. Me pregunto cómo lucirá una polaca con un bronceado de aerosol.

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