La propuesta

Juan Carlos Díaz-Granados Martínez
Guayaquil, Ecuador

Las declaraciones del presidente de la república serían revolucionarias si viviéramos en el feudalismo de finales del siglo XV,  pero hoy, cuando no existen señores (cunas de oro) ni vasallos y tenemos que trabajar todos los días para que nuestras familias prosperen, ese discurso no tiene sentido.  Incluso si alguien llegara a heredar algo, lo cual es difícil, porque Ecuador se convirtió en un país carísimo gracias a la revolución ciudadana, el heredero tendría que continuar siendo productivo para sobrevivir a la competencia.  De allí que las reformas para incrementar el impuesto a la herencia y a la plusvalía no tenían sentido.  Castigan el ahorro, desestimulan la economía y gravan injustamente al contribuyente para mantener un gasto público elevado; haciendo que los ecuatorianos pasemos a servir al Estado y no lo contrario.

Este tipo de propuestas son dogmáticas.  El marxismo no cree que la familia es el núcleo de la sociedad.  Según ese movimiento, el Estado es quien se encarga de nuestros hijos.  Tampoco admite la monogamia, sino la poligamia.  Padre y madre son libres de estar con quien quieran.  Por eso el marxismo no comprende el beneficio de que nuestros hijos reciban la herencia.

Marx creía en la abolición del sistema de propiedad burgués.  El Manifiesto Comunista propone el uso de los impuestos para financiar la compra y distribución de los medios de producción a los trabajadores con el fin de que el obrero pueda recibir lo estrictamente necesario para su existencia.  Toda ganancia es inmoral.  Como vemos, es la animadversión al derecho a la propiedad privada de terceros la que los obliga a sugerir incrementar el impuesto a la plusvalía y a restringir nuestra libertad para comprar lo que queremos.

En la última cumbre de negocios EU-CELAC realizada en Bruselas, el presidente no tocó el tema del acuerdo de libre comercio con la Unión Europea, a pesar de que era el mejor foro para hacerlo.   Pero sí citó varias veces al economista Thomas Piketty, quien sostiene que para evitar un capitalismo patrimonial y la desigualdad, son necesarios los impuestos progresivos y un impuesto sobre la riqueza; lo cual augura más impuestos.

Analizando esto, comprendemos las actuaciones de la revolución ciudadana.  Muestra a un presidente que no cree en el libre mercado y que más bien se apega al  Manifiesto Comunista y a lo enunciado por Piketty.  Para salvarnos, recomiendo que nunca más se vuelvan a presentar los últimos proyectos de ley; fomentar el libre comercio y derogar las reformas que promueven la inflexibilidad laboral.  Asimismo firmar acuerdos comerciales para que se incremente la inversión y las exportaciones, mientras se reduce el ingente gasto fiscal que tenemos que financiar con impuestos.  El comunismo fracasó en todos los países que lo implementaron.

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