La vida entre protestas

Maríasol Pons
Guayaquil, Ecuador

Mientras nuestro país protesta en las calles, la vida cotidiana continua.  La vida sigue, aún cuando nuestra cotidianidad se encuentra amenazada por múltiples proyectos de ley y modos de operación de quienes marcan el rumbo de nuestra nación. Todos estamos expectantes de las acciones de los actores principales mientras seguimos viviendo y esperamos que la stuación devenga en provecho para todos los ecuatorianos. Al final del día, son nuestras vidas y las de nuestros hijos las que están en riesgo de ser daño colateral en una pugna de poder.

Aunque haya quienes quieren ignorar o minimizar las protestas del pueblo, estas son innegables. El país ya no es el mismo, hemos pasado de visión de túnel a visión 360. Las afrentas nos han despertado y nos continuan motivando a protestar y a comunicarnos con respecto de nuestras opiniones, ojalá respetuosamente, pues no se observa un cambio sino una necesidad de imponernos un discurso con el que ya pocos comulgan debido a las grandes incoherencias que presenta.  La gente se siente amenazada en manos de personas que no escuchan y los ánimos se caldean.

Las redes sociales siguien encendidas denunciando mentiras, incongruencias, abusos, etc Unos mienten, otros desmienten. Las conversaciones están, atípicamente, politizadas. En locales comerciales, el ciudadano se manifiesta contra  representantes del gobierno; el mensaje es clarísimo. En las reuniones sociales se destapan ollas de presión virulentas a favor pero mayormente en contra de un gobierno que ha logrado, tristemente, polarizar a su gente. En convergencia, debemos prestarnos atención los unos a otros y cuidarnos mutuamente de tal manera que el bien común sea una meta global. Queremos líderes que con madurez nos escuchen y nos incluyan, a todos , dentro de las necesidades del país.  El pueblo y sus gobernantes son dos partes de una misma cosa, con lo cual no hace sentido que el uno ignore al otro o viceversa. Sobretodo, es una aberración de quien ha sido nombrado para servir a todos a quienes representa. Trayendo a colasión la visita del Papa Francisco, cabe mencionar las palabras de Jesús: “Haz a los demás lo que quieres que te hagan a ti” . Ni siquiera la visita del Sumo Pontífice ha logrado calmar los ánimos.

Este es un país pacífico y preocupa que la vida entre protestas se vuelva agresiva. La gente está brava, cada uno con su razón pero bravos. “Bravos los perros” -diría un señor que conozco- y justo ahí yace la amenaza: llegar al punto de sólo ladrar, casi morder, por no entendernos. Los hechos de las últimas semanas – incrementando riesgosamente el tono- han sido determinantes y evidentes en cuanto a la búsqueda de libertad y progreso entre la población. Cuando uno tiene un problema, el primer paso para resolverlo es darse cuenta y ese paso ya está dado. Ahora continuemos la vida buscando positivamente, con entereza y coherencia, un cambio para todos, sin ladrarnos peor mordernos, sino manifestando con cordura nuestras necesidades y nuestros puntos de vista, para llegar al punto en común y vivir sin protestas.

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